Revista Cine
Critiquita 385: La superviviente, P. Gillon, Glénat 2011
Publicado el 28 agosto 2013 por Lord_pengallanAl igual que a Druillet, a Gillon, otro gigante del cómic francés, las editoriales españolas le condenaron al ostracismo. Al fin su condena ha terminado. Glénat, aprovechándose de la última reedición en Francia de su obra, nos lo ha traído de vuelta.
Este cómic es el primero de los últimos de Gillon y a mi me ha parecido iracundo. Es porno, mediumcore con breves episodios hard, su época, fue comenzado en 1985 y terminado en 1991, es la de la decadencia del cómic adulto de género, o ponías tetas o no interesaba al gran público, pero no es excitante porque el contexto es sórdido, enfermizo, desagradable o grotesco. Así, aunque la prota se pasa casi todo el cómic desnuda (y Gillon es un gran dibujante realista), La superviviente no tiene nada de erótico. La historia va por otro lado, claramente lo porno es una concesión comercial, aunque algo aporta al relato y está justificado por la trama. Otro elemento que me hace sospechar que Gillon en ese momento estaba ya de vuelta es que es un cómic posapocalíptico sin concesiones, si bien eso ocurre en el 2007, es decir, que el francés no manda a sus contemporáneos a tomar viento. También me hace pensarlo su gore, que además es hiriente porque no tiene ánimo festivo, y lo terrible de su relato. Por último, los personajes son todos negativos, pusilánimes y crueles. No hay héroes aquí. Así pues, este cómic no es una aventurilla de género para pasar el rato y alegrar la vista a los que les van las mujeres (si bien su target claramente es el público masculino-heterosexual), lo que parece a simple vista.
La superviviente es un cómic sobre la humanidad moderna. Paréceme que Gillon percibió que estaba muriendo aunque no que era para dejar paso a la posmoderna. El fondo del relato es una reflexión sobre la humanidad en contraste con la tecnología, del que su mayor representante sería el androide. Es por esto que el relato se ambientaba en el futuro, en los 80 los androides, como hoy, eran Ciencia Ficción. La intención de la historia es demostrar la inferioridad, la tonta frialdad y la estirilidad de la tecnología. Aunque sea mejor que la humanidad para muchas tareas y por mucho que se parezca a ella no deja de depender de la susodicha, esta es la idea de Gillon. Sin miedo, sin ambición, sin la facultad de reproducirse (que no equivale a la capacidad de construirse), sin imaginación y sin plasticidad, las máquinas son incapaces de sobrevivir en condiciones adversas. Por ello La superviviente condena la tecnificación de la sociedad (él, como artista, percibió antes el reciente desprecio de Occidente por lo hecho con las manos). Para Gillon es un sin sentido que la humanidad se someta a algo inferior a ella. Así, su posapocalipsis es comedia negra. Un montón de máquinas que siguen funcionando incapaces de parar o cambiar a pesar de que sus "amos" han desaparecido. La Tierra sigue viva pero eso es vida? Seguramente porque este cómic es, a su modo, cyberpunk, el duro y frío metal contra la blanda y lujuriosa carne (de su choque surge el gore antes mencionado), sea también místico, lo otro que le falta a las máquinas. La superviviente tiene ánimo transcendente y eso, además de producir uno de los finales más anonadantes del Cómic, es lo que lo hace especial pues es el relato de una apoteosis, de una madre además.
Todo esto contado a la manera Gillon. Guiones literarios, contundentes, reflexivos, filosóficos y graves, se nota que el autor es alguien culto y observador. Un poco plomizos, un tanto irregulares, algo desnortados y poco naturales, en los diálogos se nota la voz del autor y que han sido concebidos para ser leídos, pero siempre sorprendentes y singulares. Una narrativa estadounidense clásica (la página de Gillon está más cerca de la del comic-book de la Edad de Plata que de la de la BD tradicional), sabia y solemne que da frialdad al relato. Dibujos realistas sobresalientes y técnicamente impresionantes pues el realismo lo consigue combinando la línea delgada y precisa que simplemente siluetea con el dominio de la anatomía, aunque aquí está más libre de eso que en sus obras de madurez, y la mancha negra, que da tanto atmósfera como profundidad al dibujo. Es increíble que con tan poco sea capaz de evocar tanto y eso que aquí es espartano. La sobriedad es la tónica general. Por todo esto uno no se "mete" en los comics de Gillon, su fabuloso dibujo y su narrativa son una barrera que hacen que sólo podamos ser espectadores. Aún así, el francés es capaz de emocionarnos y de alucinarnos porque la solemnidad del francés es la de la tragedia.
Así pues, aunque La superviviente dista de ser la mejor obra de Gillon, la conjugación de la enorme calidad del dibujo, la sabiduría desplegada a lo largo de su historia y la audacia del francés que siempre hace alucinante todo lo que hace, sorprende que un tipo con un estilo tan realista en los guiones coquetee siempre con el disparate, ha hecho de él una lectura interesante y muy sorprendente capaz de superar su ochenterismo, presente por ejemplo en el diseño de las máquinas, en la idea del futuro cercano o en el color. Esto último es el gran valor de este cómic, el esfuerzo de Gillon por no hacer una mera aventurilla ha hecho que a este apenas le afecte el ser muy de su época. La reflexión y el ánimo transcedente lo han convertido en una lectura atemporal junto con un grafismo lo suficientemente personal como para superar la vulgaridad del realismo.
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