¿ Todos son aficionados ? Sin los tres protagonistas de un pasado, un presente reciente a punto de caducar y un futuro prometedor, unidos en un frente común necesario para afrontar la magnitud de la recesión que viene, especialmente en el plano económico, se convertirá en una esperanza con límites y frustraciones, haciendo durar en lo que corresponda una pretensión efímera, por muchos abrazos e intereses espúreos y dedicaciones grandilocuentes de quienes dirán apoyar un proyecto sin reservas, desde mansiones lujosas y playas inaccesibles de un paraíso que se lamenta.
Mecánicos, gomeros, familias y políticos en la República Dominicana
Al igual que sucede en muchas partes del mundo en donde no hay trabajo suficiente para todos, hay que inventarse recursos laborales ingeniosos y aprovechados por aquellos que de lo impuesto por el ministerio correspondiente, como medida de disuasión para que la velocidad motriz se contenga en todo tipo de vehículos, desde camiones, automóviles y motocicletas, y así citando un mero ejemplo del apéndice viario popularmente llamado por los dominicanos "policías tumbados", que no son otra cosa que bruscas variaciones en altura importante que sobresalen del pavimento, impidiendo así un exceso de accidentes de tráfico, muchos otros aprovechan y tienen trabajo con una sana voluntad de ayudar, diríamos que miles de aficionados a trastear la mecánica que se dedican todos los días a aplicar reparando desde lo más simple a lo más complicado, como esas solturas de cables por los sube y baja del montículo a superar, con el resultado de fallas constantes que piezas y tornillos que se aflojan y dejan los motores inertes, además de los conectores, muchos de los mismos ausentes que en teoría alumbrarían con sus focos la multitud de peligros en carreteras y vías rápidas, añadiendo que este sector que cobra 150 pesos de media la hora, es decir unos 3 euros en pleno taller que es la propia calle, cuando la gran diferencia en la gran España de los milagros tecnológicos, te "chequean" en un centro oficial y con una mano de obra de mono azul impoluto por no menos de 65 € los 60 minutos de dedicación y fracción añadida dándote el sablazo del día, aunque eso sí, pocas alturas provocativas en el asfalto se encuentran superiores a los treinta centímetros que se deben sortear y que en la República Dominicana abundan cada vez más.
Los gomeros es otro sector especializado que los encuentras por todas partes, y a ellos no les hace falta tirar clavos a las entradas y salidas de los pueblos para asegurarse el arroz con pollo de todos los días, pues esos penetrantes y puntiagudos metálicos te los encuentras hasta en la sopa del sancocho si no tienes cuidado. El neumático te lo reparan con gran maestría, incluso sin manos, y sin recurrir a tornos de desamblaje, y si es preciso te imitan el dibujo de la marca para darte así una idea de su profesionalidad, que a base de punzón y paciencia acaricia la zona más impenetrable para dejar huella de su artesanía.
En República Dominicana todo el mundo, salvo algunos privilegiados, conduce sin tener licencia o edad para asumir esa responsabilidad, unos transportado agua, otros entregando alimentos desde un colmado, y los que más llevando a la familia en un motor de 125 centímetros cúbicos que se cae a pedazos de plástico y hierros mal encajados en el poco bastidor deteriorado que les queda, en los que sin saber cómo, se juntan hasta cuatro pasajeros y la funda (bolsa de plástico) llevando las viandas adquiridas en un lúgubre y poco confiable pica-pollo de un chino mal encarado, que momentos antes le ha dicho a la mamy "no entles si mascarila" "morena del demono".
Y de todo eso, a escasos kilómetros, muy cerca del aeropuerto de Punta Cana, el de La Romana, Samaná próximo y Puerto Plata, importantes núcleos del poder bien asentados en urbanizaciones o residenciales como aquí gusta en llamar, ignoran que el Covid-19 es hambre amortajada en las puertas vigiladas por custodios armados privados, drones y el mal carácter de los esbirros guachimanes, que no dejan ni tan siquiera que los cubos de las basuras a trescientos metros de sus haciendas y tras muros impenetrables sean "esquilmados", por una muchedumbre que llega a goteras para ver que pueden arañar de lo que dejan, mientras que ellos, los aislados en suntuosas mansiones, ríen en reuniones con todo lujo de detalles, viendo como cae la tarde cercana a una noche en la que probablemente un niño deje de acordarse de quienes son sus padres.
La sociedad civil acomodada sin pertenecer a la élite anteriormente citada, ellos como dominicanos saben de todo lo narrado y más, e imperturbables miran hacía otro lado por ser también esclavos de las circunstancias, que ojalá un gobierno de coalición entre el PLD cesado y el PRM electo, más el león dormido de , juntos hiciesen algo para evitar que el maravilloso paraíso del Caribe se quede a merced de los más astutos extranjeros que dicen tenerlo comprado, con permiso para todo y sin el menor contagio.
No es hora de revanchas, dispersiones y trampas que el ego amaña, es el momento de unirse y trabajar todos juntos por un sentido democrático, gregario para enfermar de esperanza al que más lo necesite, que son muchos, dejando que las batallas internas se difuminen y las ventile una única bandera, mientras que el mecánico repara un carburador con una uña y el gomero le pone aire al neumático, inflando lo justo con el esfuerzo personal de sus pulmones si es necesario. Aprendan de ellos señores políticos, y no dejen que los caprichos de los "visitantes" de ocasión que pululan en su nación como príncipes encantados sin hallar "policías tumbados" en su recorrido, dado que son esos mismos de renombre y abolengo, que después de abrazarles en un acto "suntuario" se mofan de sus pretensiones, por hacer que la República Dominicana tenga la gallardía de dejar el pabellón de la sensatez, el esfuerzo y el orgullo patrio bien alto, tanto para propios como para extraños. Y no citamos el coronavirus, dado que si tienen ustedes curiosidad pueden empezar a preguntarles a esos invitados que consigo lo han traído en sus chequeras, para que la amenaza sea latente y sigan las ordenanzas de un nuevo orden mundial que han elegido su país como uno de los destinos preferidos, aunque sigan obligando a sus compatriotas llevar un por si en algún momento de infortunio hay que reparar con prontitud una "goma" de la limousine.. aunque sea sin brazos y sin boca.