Revista América Latina

Crónica de ciento setenta billetes de a 100

Publicado el 13 diciembre 2016 por Jmartoranoster
Gustavo Borges Crónica de ciento setenta billetes de a 100 Llego en horas de la noche del domingo al rancho. En una de las sentadas frente al televisor interrumpen para dar un pase noticioso. “Con relación a la medidas tomadas el día de hoy por el presidente de la República Nicolás Maduro sobre retirar de circulación los billetes de a 100, los dejamos con el diputado Elvis Amoroso”. Allí me entero de la noticia.
Primero suelto la carcajada. “Caída y mesa limpia, no joda”, es lo primero que pienso. Las imágenes que han estado circulando desde hace tiempo de depósitos de toneladas de billetes de a 100 después de la frontera me vienen a la mente. El carajito aquel, sentado después del puente fronterizo Simón Bolívar, allí en Cúcuta con una ruma de billetes, ahora me causa una diabólica gracia. “Se jodieron”.
Coño, pero ya va. Una duda me asalta.
Me paro y voy a la biblioteca, retiro el libro de la Rebelión Popular de 1814 y allí, entre el libro y la pared, saco la caleta, retiro la liga y empiezo a contar. “ciento setenta billetes de a 100. Coño, y ahora qué hago yo con esto”.
Aún con la paca en la mano, otro pase interrumpe la programación transmitiendo el anuncio de que el presidente diera en horas de la tarde en su programa “En contacto con Maduro”: “Con las facultades que tengo, he decidido sacar de circulación los billetes de 100 bolívares en las próximas 72 horas y dar un plazo prudente para que quienes posean billetes de 100 bolívares los declaren ante la banca pública y ante el Banco Central (BCV). Que se queden con sus billetes todas esa mafias fuera del país”.
Miro los billetes y me imagino al día siguiente haciendo cabillas de colas frente al banco pa depositarlos. “Coño, pero si es sólo en la banca pública, o sea los bancos del Tesoro, Venezuela, Bicentenario”. Entro en pánico. Esos tres bancos son un caos siempre.
Reacciono y me rio de mí mismo. “Pero marico, son sólo 17 mil bolívares, cuál es tu peo”. Empiezo a trazar mi plan. Mientras me imagino las mil formas de deshacerme de los ciento sesenta billetes de a 100, que son mi capital, pienso en el cogeculo que debe haber en la frontera. En Cúcuta, Bogotá y otros países que se encaletaron 300 mil millones en billeticos de esos y aún me da más risa mi pánico: “No joda, mañana resuelvo”.
Llego a la frutería del barrio a eso de las 9 de la mañana. centro de nuestras discusiones políticas y chalequeos a los escuálidos que entran rezongando siempre al ver el televisor prendido en algún canal como VTV o TeleSur. Consigo a Francisco celebrando el anuncio de Maduro y explicándole a una señora cómo va a hacer para cambiar los billetes en los próximos días. “Y si no puede cambiarlos en alguno de los bancos, bueno, tiene quince días para cambiarlos en las taquillas del Banco Central. Pero los bancos que los reciben son sólo los del gobierno, oyó. Le van a dar su dinero en el equivalente a los de 100 que usted entregue. ¿No es así, tío?”, pregunta al socio que machetea un coco que acaban de pedir. “Sí, así es. Son quince días más”. “Ah ok, muchas gracias. Yo estaba asustada. Creí que ya no valían. ¿Cuánto le debo?”. “Son 2 mil 570”. La señora pela por la cartera y cuenta sus veinticinco billetes de a 100.
Aún con la explicación tan convincente que él mismo le daba a la señora su cara expresa contrariedad al recibir el dinero. Al verme jurungando las lechozas me dice. “Qué pasó, Gustavo. ¿Vio la estocada que le metió Maduro a las mafias escuálidas esas?”, me dice desde su mostrador, sabiendo que toy claro pero buscándome la lengua pa iniciá el debate sobre el tema: “Ahora que se coman sus depósitos de billetes. Ese Maduro es un duro, oyó. Ahora debería cerrar la frontera, no joda, para que no puedan pasar ni un solo billete de esos. Que se los coman esos coñoemadres”. Me sonrió. Coño, si él supiera que le vengo a gastar 17 mil en billetes de a 100.

“Chamo, yo también traigo billetes de a 100 y vengo a hacerte un mercado”

“Mira, yo ayer abrí medio día, cuando escuché a Maduro dar el anuncio me entró pánico. Tengo como 300 mil bolívares guardaos. Por eso de las navidades y que iba a viajar al Táchira donde mi mamá. Además tenía que ir a Coche a comprar la mercancía para la semana y no sabía si me iban a aceptar los billetes de a 100. Porque uno carga es billetes de a 100 para pagar. Pero sí me los aceptaron en el mercado. Ahora, lo que no entiendo es cómo sólo la banca pública es la que va a recibir el dinero. Pero estoy seguro que Maduro va a dar alguna solución. Yo lo que me alegro es que el hombre reaccionó y lo hizo con una jugada estratégica y de sorpresa. Cómo me entra un fresquito al imaginarme a todos esos ladrones que tienen depósitos de billetes de a 100. No me voy asustar yo que lo que tengo guardado son sólo unos piches 300 mil bolívares guardaos”.
Allí decido soltársela: “Chamo, yo también traigo billetes de a 100 y vengo a hacerte un mercado”.
El tío y Francisco intercambian miradas burlonas. “Pero si usted siempre pide es fiao”, dice el tío pa joderme, alargándome una taza con cafecito. “Ahora seguro que sí va a pagar con billetes de a 100 que tenía encaletaos”.
-No sea toche y compre, cuánto trae allí- responde Francisco.
-Como 17 mil.
-Pero no me los va a meter todo a mí, coño.
-Bueno, dame una lechosa, una docena de naranjas, cuatro plátanos maduros, medio kilo de cambúr, medio de cebolla, una piña, medio de papas, un pimentón. Cuánto te debo.
-Dame 2 mil 300.
Saco el fajo de billetes que ta amarraíto con una liga. “Mire tío, mire a este toche. Primera vez que entra aquí con tanto real”, dice Francisco.
Y así entre jodedera con el tema de los 100 salgo de la frutería. La charcutería de enfrente tiene su colita como siempre.
-Dame medio kilo de queso, compa. ¿Cuánto es?
-2 mil 500.
Le pelo los de a 100. Sin problemas, bajo a la avenida. Poca cola en la carnicería. Pido medio kilo de hígado, algo de carne molida y milanesa de pollo. Delante de mí una chavista celebra a Maduro a viva voz. “Ahora vamos a ver qué van hacer con sus cajas de billetes”. “Son 6 mil 500, señor”. Allí dejo otra ración de billetes de a 100. “Ahora todos pagan con estos billetes”, murmura la cajera, evidentemente escuálida.
Subiendo hacia el barrio escucho al camión de las frutas que viene bajando: “Las madarinas, las mandarinas… las mandarinas dulcitas hasta en la concha. Mil bolívares la madarinas… aceptamos billetes de a 100, doñita, traiga y compre sus mandarinas dulcitas, las mandarinas bien buenas. Traiga sus billetes de a 100, doñita, cambien sus billetes de a 100. Las mandarinas, mandarinas bien buenas a mil bolívares. Mandarinas dulcitas, traiga sus billetes de a 100”.


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