Revista Cultura y Ocio
El jueves viví otro efecto de la incuria que nos rodea. Fue en la Feria del Libro de Cáceres. Este estúpido que escribe había preparado unas notas para presentar un libro extraordinario de José Antonio Zambrano, Lo que dejó la lluvia (Calambur Editorial-Editora Regional de Extremadura, 2014), junto a Ramón Pérez Parejo, que le ha escrito un iluminador prólogo —«Un hombre es lo que cuenta». Había preparado unas notas de situación de la poesía de José Antonio, una sincera incitación a su lectura y una convencida afirmación de la importancia de su figura en las letras extremeñas y españolas. Cosa breve —solo disponíamos de media hora—, porque luego hablaría Ramón Pérez Parejo para profundizar algo en la obra. E iba a decir también, con el debido respeto, que si yo fuese responsable de la Feria del Libro de Cáceres mimaría a todos los autores que participen; pero principalmente a aquellos que vengan avalados por una trayectoria literaria y un reconocimiento contrastado. Lamentablemente, no es esto lo que prevalece, sino la relevancia en otros ámbitos del que interviene, sea obispo o presentador de televisión. Lo peor de ayer fue que quien podría haber sido un autor con el que la feria cacereña debería haber sacado pecho, por decir que lo tenía en su programación, quedó relegado a una hora imposible —las 21:15; y la feria cierra a las 21:00— y a un público inexistente. Así que la presentación del libro de poemas de José Antonio Zambrano, Lo que dejó la lluvia, no se celebró. Vergüenza. Por eso, ahí van estos ovillejos que no merecen el nombre. Sean, pues, unos ovillujos, para la afición en general:¿Hoy lo de Zambrano es?No sé.¿Qué hace quien con él se sienta?Presenta.¿Pero la feria o el libro?El libro.Esta noche no me libro,y pongo aquí, contristado,lo que la lluvia ha dejado:que no se presenta el libro.