Revista Cultura y Ocio
Crónica de la presentación de “Talco y bronce” de Montero Glez en la XXX Feria del libro de Cádiz (16/05/2015)
Por MiserableFiel a su estilo, Montero Glez irrumpió en la Feria del libro de Cádiz como lo habría hecho su alter ego El Charolito. «Con garbo de torero suburbial y repeinado, curtido en la alta noche a punta de capote, directo a probar suerte*». Tomo asiento ante un auditorio ansioso y calibró los rostros que le observaban con curiosidad y un punto de candidez, esa que le hace tan peculiar, mientras su amigo Daniel Heredia le dedicaba unas palabras afectuosas y se refería a él como «un genio de la literatura, único y especial, al igual que Camarón de la Isla lo fue del flamenco».
Heredia calificó Talco y bronce como una novela quinqui, incómoda, escrita a base de cristales rotos y que muestra la cara más oscura de la transición. Una trama suburbial de corte negro que además encierra una historia del amor más puro que se puede encontrar. Una novela, por tanto, tan negra y dura como la reputación de su autor, al que considera un narrador excepcional con una prolífica obra a la espalda.Montero Glez tomó la palabra para alegar que al morir Franco en España se trató de pasar página, en plan «aquí no ha pasado nada», y que los hijos del franquismo corrieron a refugiarse en partidos políticos. Su mirada restalla al hablar de la lucha de clases. «Mi generación no luchó», afirma, «y se perdieron muchas cosas. Por eso me emocionó tanto el movimiento 15-M». Cuenta que en Talco y bronce trata de reflejar la realidad de la mafia policial de los años 80 y de «encender una cerilla con la que iluminar los rincones más oscuros del género negro». Al mismo tiempo sostiene que su novela es ante todo una historia de amor, «pero de amor verdadero, de la calle, no de los salones».Cuando Heredia le pregunta sobre aquellos años, Montero es tajante: «Fue una época oscura y siniestra. Se introdujo la heroína para adormecer a la población y se utilizó la inseguridad ciudadana para dominarnos». Según el escritor, «nos vendieron miedo como pantalla de humo con la que ocultar los verdaderos problemas de una sociedad corrupta». En este sentido, elogió el trabajo del cineasta Eloy de la Iglesia, quien a través del llamado cine quinqui «dio significado político a una clase social, al proletariado».Cuando es interrogado sobre el presunto resurgir de los años 80, con tantos libros y películas en torno a aquella época, Montero afirma que prefiere no creer en la vuelta de aquello que ya vivió en su juventud. «Fue una época durísima, con la heroína campando a sus anchas y muy difícil acceso a cultura o libros». Según cuenta tampoco había libertad de información, debido a la manipulación de los medios de comunicación y la existencia de sólo dos canales de televisión al servicio del estado, «aunque ahora hay más de ochenta canales y son todos igual de malos».En un momento dado Daniel Heredia cambió de tercio y le preguntó su opinión sobre la novela negra actual, a lo que Montero respondió de forma tajante: «Ha degenerado un montón». No cree que se haya vuelto a hacer buena novela negra desde las magistrales obras de VázquezMontalbán, Juan Madrid o Eduardo Mendoza con La verdad sobre el caso Savolta. «Aquello se abandonó con la llegada del socialismo», dice, «y todos se dedicaron a escribir novelas aburridas y sosas». Sin embargo, señala que actualmente está empezando a florecer una nueva novela negra que vuelve a los orígenes y que hay muy buenos autores de novela policiaca, «aunque sea por cuestiones de mercado». Aprovechó para dedicar unas palabras elogiosas a Lorenzo Silva, autor al que admira «porque es capaz de retratar a policías buenos, algo que yo soy incapaz de hacer. Para mí todos los policías son malos».Antes de finalizar el acto, Daniel Heredia aprovechó para reivindicar la obra de Montero Glez y preguntarle si la editorial que acababa de ficharle, perteneciente al grupo Anaya, iba a recuperar el resto de sus libros, a lo que este respondió que «La uniformidad editorial es necesaria para los autores, pero apenas quedan editores que puedan llamarse así. Las editoriales están llenas de gente más preocupada en conservar su puesto que en hacer bien su trabajo». Explicó que durante los últimos quince años ha sufrido un boicot editorial que ha hecho que se le cerraran muchas puertas, pero cree que pronto volverán a abrirse porque «La persona que me boicoteó está perdiendo fuerza, así que espero que toda mi obra vuelva a editarse».Montero Glez aprovechó para apuntar que escribe para ser leído y que le encanta que le pirateen, sobre todo en Latinoamérica, porque allí tiene muchos lectores que no tienen otra forma de acceder a sus libros. Afirmó sentirse emocionado cada vez que va a una biblioteca y comprueba que su primera novela, Sed de champan, sigue siendo de las más leídas y demandadas, lo que le convierte en «un autor de largo recorrido, ajeno a las modas o las campañas de promoción».Al referirse sus lectores dedica unas palabras afectuosas a los presos del penal de El Puerto de Santa María, donde sus novelas son muy leídas. «Soy un bestseller en las cárceles», presume entre risas, y no parpadea al afirmar que sus novelas de tapa blanda son muy demandadas por los presos, que las leen y se las cuentan unos a otros. «Las de tapa dura están prohibidas, porque pueden utilizarlas para confeccionar armas y punzones». Con esta última reflexión abandona el escenario y «cree poner el pie sobre mármol, nácar y cristal de Venecia, todo ello bañado con la cremosa luz de los dineros*». Todavía abotargado por su discurso, uno no puede evitar imaginar a un preso leyendo Sed de Champan en su celda, disfrutando de las aventuras de El Charolito para después, con la paciencia de los que no tienen nada que esperar, aprovechar las tapas de la novela para fabricar un cuchillo artesanal con el que defender la vida, el honor o lo que cada uno quiera defender. Bien visto, no es un mal final para una novela de Montero Glez. Casi se diría que es el final más lógico que podría tener.
*: SED DE CHAMPAN. Montero Glez, El Aleph, 2011. ISBN 9788476699980