
Les escribo desde una cafetería cualquiera de un aeropuerto cualquiera. El avión se retrasa. Llegaré tarde a mi conexión con el otro vuelo que me lleva, desgraciadamente, a casa y a mi triste rutina. A lo mejor no llego ni al trabajo, algo que no me preocupa en absoluto. Lo que me inquieta es la sensación de claustrofobia: no puedo salir de aquí, abducido por las botellas de agua a casi 2 euros, y los souvenirs de falleras y paellas. Mi angustia crece xq me estoy quedando sin batería… ¡sin batería en un aeropuerto! Es una locura. No quiero volver. No quiero quedarme. No se qué carajo quiero. Y no me importa. Los dos tíos de enfrente no paran de hablar de sus numerosos viajes alrededor del mundo. Yo me quiero perder alrededor de la tierra. Aún no está listo mi vuelo. Mi batería se acaba… no soy nada sin móvil. Soy triste.
