Crónica de un condón en un bar gay
Ig: Psicologocano
Llegamos a Nueva York junto a Mauro, me gustaría decir con una maleta llena de sueños, pero la maleta se quedó en la visita anterior y los sueños se transformaron en fiestas vividas, por lo tanto no presumiré de una virginidad citadina si cada metro luminoso te recuerda tu verdadera esencia y sabe que lo hiciste la visita pasada.
Como es habitual nuestros viajes siempre tienen una cuota necesaria y esperada de anécdotas que hacen de cada ellos una historia cantada. Las mejores cantantes de burdeles hablan de nuestras andanzas y como saltamos el peligro con un beso. Si nos vamos a convertir en cenizas que se aproveche el fuego y las brasas, que tenemos. Somos leña de árbol cultivado.
La primera vez que visitamos Nueva York lo dejamos con una tormenta de nieve anunciando su llegada, un atentado en Miami cambiaba nuestro próximo destino y terminamos como cachalotes desorientados en Orlando, es decir varados en una ciudad que a esa hora de la noche había perdido toda amabilidad.
Los anécdotas de este viaje comienzan en el avión, vuelo delta 2769, un hombre se desmaya en dos ocasiones frente a nosotros. Desmayarse no es un problema, pero cuando este se presenta en pandemia es un poco más llamativo.
Luego una lluvia de advertencia comienza a tomar sentido ” cuidado con delta”, al ser nuestra línea aérea, de aquel fúnebres nombre, pensé que había algo malo en ella, que se yo, muchos aviones caídos, despidos injustificados pero jamás pensé que se referían a la variante covid19 Delta, hasta ver al hombre caer y como todos lo requisitos para salir del país era una simple información de la doctora Daza, para salir nunca se exigió nada, bastaba con mirada y fe del agente de turno.
Los PCR mostrados podían ser de cualquiera, con otras fechas y nombres, el agente de aduana solo buscaba la palabra “negativo”, un test de embarazo podía sabotear la nula política pública en la materia.
Bueno seguimos en el avión, esperando con hambre y sed la cena, alimentos diseñados para mantenernos sin un aumento de peso y así cuidarnos de la caída del ave de metal.
Partimos de Santiago hacia Atlanta, ahí estaría el próximo vuelo, mientras pensábamos en Maga, la ideologa del viaje, quien queda como observadora en Santiago, el cambio en sus pasajes le arrebataron una semana en Nueva York.
Pisamos Atlanta y una latina inicia un mantra que decía; ” como viajan en pandemia, acá estamos en rojo y la gente muriendo” repetía la historia una y otra vez hasta que perdimos el vuelo que nos llevaría a la ciudad del insomnio.
Llegamos al primer bar del arcoíris, todo bien ordenado y en su lugar, como todo bar de Nueva York, riéndonos del viaje.
Mauro se detiene en una fuente de cristal, me pregunta qué contenía, yo voy y saco un preservativo, se lo muestro y lo dejo sobre la barra del bar y seguimos bebiendo, sin darnos cuenta habíamos presionado la alarma de incendio y nosotros éramos el fuego, al parecer un preservativo en la barra implicaba más que un mensaje de autocuidado. Era la puerta de entrada para una noche lujuriosa.
Solo diré que el traductor y la palabra trío se usó en reiterados momentos con diferentes modelo humanos. Todo mientras el chico del transformismo nos recordaba Cabaret.
No los voy a juzgar por pensar eso y cualquier cosa de nosotros, todo es verdad.