Revista Cultura y Ocio
Llegada esta fecha toca prepararse para lo peor. Además, como a la inmensa mayoría, no me ha tocado la lotería, así que serán unas navidades normales. Estupendas, claro. Pero laboriosas. Porque para ser un día de casi vacaciones hay que ver lo poco que se descansa.
Leía no recuerdo dónde que lo mejor de estos días es que se dispone de tiempo para leer. Y no tengo del todo claro que eso sea así. En todo caso y tal y como va el mundo, en estos días donde más leo es en dispositivos electrónicos. Es decir, el primero de todos el móvil. Hasta ahora he leído media docena de whatsapp sobre los Reyes que no son magos y van al portal, algo sobre chorizos en lugar de oro, incienso y mirra y a saber cuantas alusiones medio jocosas a las situaciones que hemos ido viviendo durante el año. He visto cantar perros, gatos, ¡incluso a un caballo! villancicos con voces imposibles y me han deseado de todo excepto una batería que dure lo suficiente como para leer todos los mensajes que llegan al día felicitando las fiestas (de hecho mientras escribo esto han llegado un par de mensajes más). Hace unos años empezamos a decir que la gente ya no escribía cartas, ahora ya ni siquiera llaman, leemos.
Pero dejemos al móvil sin batería y busquemos ese tiempo para leer... mientras pienso en el menú. Es decir, que volvemos a lo digital, porque el lector mantiene la página por la que vamos y tiende a no quedarse marcado por la gota incómoda de turno que tiñe la página del que será nuestro libro favorito. Bien, abrimos el libro, en la cocina claro, y empezamos a leer. Algo navideño, por ejemplo... El cascanueces, que me gusta a mi esta historia y normalmente nos limitamos a ver el ballet o alguna adaptación que hayan hecho. Así que toca leerlo. ¡Nueces! creo que no he comprado nueces, así que espera un momento que ahora me pongo con el precioso árbol que van a ver los niños de la historia porque tengo que bajar a la tienda. Y allí que no me llevo el libro es donde mejor lo podría haber hecho para no aburrirme mientras espero en la cola interminable de la caja. En fin, propósito de Año Nuevo: no olvidar, ya sea comprar todo lo de la lista de la compra o en su defecto el lector cuando vaya a última hora a por aquello que olvidé.
Para cuando regreso a casa ya tengo el tiempo encima y hay que empezar a preparar el menú mientras descubro que conozco a mucha gente que sí hace uso del teléfono interrumpiendo mi lectura, o mejor aún, me visitan para felicitarme y tomar un café rápido mientras saco la bandeja de dulces que aún no había preparado. Y el libro esperándome, claro... y la tarde avanzando al ritmo imparable del reloj.
Veamos, con el menú a medio preparar me siento a continuar la historia mientras miro de reojo el horno, y avanzo hasta que empieza a sonar el timbre porque llegan los invitados: ¡la familia! Estas son fiestas familiares y en muchas casas eso significa que hay que achucharse para caber todos y disfrutar de la compañía. Pero eso significa también que se acabó la tranquilidad y mientras saludo, pregunto y respondo se me ha escapado la tarde que iba a dedicar a hacer ya no recuerdo cuantas cosas. Una de ellas, leer. Recuerdo que lo había dejado en que la niña se fijaba en ese pequeño regalo que había bajo el árbol y que resultó cautivarla: el pequeño cascanueces (mira que me gusta esta historia). Pero es tarde, la hora de cenar está encima y se habla de Papá Noel, del tiempo, presentes, ausentes... y ya ni recuerdo debajo de qué pila de abrigos se ha escondido mi pobre lector. Luego intentaré rescatarlo mientras procuro no morir en un alud de chaquetones y bufandas dejados en montañas de dudosa estabilidad.
Al final y pasada la noche, me he divertido, reído, visto a personas que hacía mucho tiempo que no sabía de ellas y hablado con otras tantas por el teléfono fijo, "te llamo al móvil y dice que lo tienes apagado o fuera de cobertura". Y, sinceramente, no me he acordado de mi pobre cascanueces hasta el momento en que se han abierto los regalos y he visto que alguna buena persona conocedora de mis gustos ha decidido regalarme un libro y me observa mientras abro el paquete para adivinar si ha acertado con el título. Porque como me explica mientras sonrío, "lo mejor de las vacaciones de Navidad es que se dispone de más tiempo para leer" (de qué me sonará a mi eso).
Ya estamos en ese momento en que todos están más tranquilos y se sirven una copa para hablar de una forma más pausada, en pequeños grupos. Así que aprovecho para sentarme en un rincón y abrir el libro por la primera página.
Son las tres de la madrugada, y no me he dado cuenta de que ya no hay casi gente cuando alguien viene y me da en el brazo haciéndome levantar la vista del libro, para hacerme notar que puede ser un buen momento para irse a dormir. Y en ese momento sólo hay una cosa que pueda responder, está claro: "no me molestes mientras leo."
Puede sonar seco, pero entendedme, mañana será Navidad y... bueno, este libro es en papel.
No me ha tocado la lotería, confieso que tampoco juego, y anticipo que pasaré una estupenda Navidad.
Os deseo a todos una muy Feliz Navidad y, como tengo por costumbre decir, espero que vuestros deseos se hagan realidad y que sigamos compartiendo tiempo, momentos y lecturas.
Gracias
PD. Cualquier parecido de mi crónica con la realidad será pura coincid... no, será pura experiencia. Hacedme caso. Y disfrutad.