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Crónica de un placer olvidado

Publicado el 06 febrero 2013 por Sergiofeldmann1
Crónica de un placer olvidadoNo fue una decisión fácil. Debíamos cambiar de país,  de idioma, de cultura y de clima, y si bien la merecida promoción de Diego hacia que nuestra entrada a este país fuera mas fácil  incluso en términos de Visado, el renunciamiento de ciertos espacios y rituales que me tenia acostumbrado Buenos Aires iban a dar lugar a otros nuevos, impensados aquel día que partí cagado en las patas, desde Ezeiza.
Charlaba con Damian -un hallazgo de persona que además, comparte el gusto por la música- sobre como tocar el piano era para mi en cierta manera catártico. Tocar el piano era liberador, un momento de creación y de recreación de un arte que también supe reconciliar con ese pendejo enojado que decidió no tocar mas, porque su papá no quiso comprarle un piano cuando estudiaba y rendía en el conservatorio de música   Cuando finalicé  la universidad  me reencontré con esas delicias que adormecidas, pujaban desde hacia tanto..
Y fue así como un día busqué  por Internet y me encontré con un profesor de música increíble, Marcelito Ferro.  Después de tantos años sentarme frente a un piano planteaba el mismo desafío que a cualquier novato; lo cierto es que cuando pasaron los meses, ya tocaba algunos tangos de Piazzolla. Por fin el piano había recobrado el lugar que le habían robado.
El día que llego mi piano a casa, estaba nervioso, extasiado y no sabia que en ese preciso momento se estaba instaurando en mi un refugio al que solo mis dedos y yo podíamos ir. Diego iba a ser testigo de mi evolución y el supo ser paciente, mi mejor espectador, aunque no del todo satisfecho. Si bien le gustaba escucharme, su critica siempre era que solo tocaba cosas tristes. No me pidas que toque un cambalache en el piano porque me resisto, para mi el piano es triste, o es la parte que a mi me funcionó  con este instrumento.  Eric Satie y yo, nos entendíamos muy bien.
Durante el día  o al llegar del trabajo necesitaba mi media hora, por lo menos, para sentarme a tocar algo. Y si en el medio se quemaba la casa, el perro o el propio Diego, seria incapaz de levantarme hasta no terminar la pieza, algo así como un trastorno obsesivo compulsivo. Mis obras favoritas no eran mas que algunos prólogos, con lo cual esperar, era la única opción para aquella persona o situación que quisiera sacarme de ese trance.
Llego el día de la despedida, Diego fue el primero en venir y yo me quedé  en Buenos Aires esperando mi permiso de residencia desde la Embajada de Inglaterra en Argentina y terminando los últimos tramites administrativos, como vender el auto y otras cosas, entre ellas mi piano.  Voy a evitarles una escena hollywoodense en donde me encuentro en un estado calamitoso, abrazado al piano llorando a moco tendido y  sonando de música de fondo el tema  All by myself  interpretado por Celine Dion. NO, porque simplemente no sucedió.  Todavía no tenia la noción de ningún desapego -sentimiento que no es muy común en mi-
Cuando todo estuvo listo, llego mi momento de partir -que feo sonó eso-. Londres proponía que me olvidara de cualquier reminiscencia de mis pequeños placeres, y con nuevos lugares instaurados en mi cabeza, no había mucho mas que hacer que recapitular desde otra cultura aspectos de mi vida pasada. Y el tiempo pasó... y la cabeza comenzó a aquietarse y a amoldarse a la nueva realidad. 
Sin darme cuenta empecé a gestar otras necesidades que tenían que ver con mi lado creativo. A falta de  teclas pero no de dedos comencé casi como un juego a escribir este blog que, respondiendo  a la misma estructura creativa que el piano, me obliga  a evolucionar y a sentir que mejoro en la tarea de contar. Antes era música, hoy son contenidos.  El blog comenzó con toda la expectativa de que guste, y por supuesto lo sigue siendo, pero no es mi motivación principal hoy.
A diferencia del piano que solo pocas personas podían escucharme tocar: algo así como un pánico escénico hacia que me transpiraran las manos y no pudiera tocar ni el payaso plin plin;  el blog esta abierto a cualquiera que quiera leerme, y es la primera vez que puedo mostrar algo creativo sin tanta auto exigencia.  De todas maneras una de las primeras cosas que tengo pensado hacer apenas nos mudemos, es comprar mi piano. 
Esta semana Marcelo, el profe, me envió un email con la partitura del prologo de mi primer tango: Tango apasionado, de Astor Piazzolla.  Cuando abrí el pdf y leí el prologo, algo que interpretaba sin problemas hace un año atrás, era ahora como abrir un diario matutino escrito con alfabeto cirilico.  Me asusté, pero también supe que en realidad mi tarea va a consistir en recordar, y no en aprender.
Crónica de un placer olvidado
Que afortunado. Volveré otra vez, a sentarme frente a un piano nuevo
Escrito por Sergio Feldmann

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