Para mi es muy importante el respeto, si alguien me desprecia… baaam, por eso cuando el hermano de un general de las FARC me jodió, le dí: baaam. No me importó quién fuera, nadie se burla de mi.
Con este personaje y su historia comenzamos el día, ya el tinte de la conversación debió de advertirnos que este día 29 de Junio, no sería nada menos que surreal.
De un colombiano que bebe
- Son las 9am y hay 30º en Fortaleza, ojalá juegue en nuestro provecho y los holandeses se derritan.
- En algún lugar del mundo ya quebró el día y este calor y humedad son infames, sentémonos en algún bar de playa y pidamos una chela en lo que llega el resto de la banda.
“¡Messico! Chichariitoooo” nos dice el alegre mesero que nos sirve, “hoy Messico gana, 2-0 ya verán”.
Hay otro personaje que bebe en una mesa atrás, nos pregunta si puede sentarse con nosotros.
Se llama Jaime, es colombiano. Ayer festejó tanto que Colombia pasó a cuartos que botó toda la mercancía que había hecho para vender.
“Traía unos 2,000 usd en producto” nos dice, “pero no me importa, las cosas materiales van y vienen. Yo soy artesano así que me toca ponerme a producir otra vez y ya. Lo importante es que Colombia va a ser campeón.”
Este hombre de unos treinta y muchos nos cuenta, trantando claramente de impresionarnos, que a él no le falta el dinero que viene de una familia “bun” (rica ¿supongo?), pero que él no toca ese dinero, nomás cogió lo necesario pa llegar, el resto él hace sus collares y los vende. “No creían que me fuera a poder mantener, pero si puedo”.
“Hace mucho que no tomó, desde que murió mi padre, pasé 3 semanas ahogado y luego de eso no volví a beber. Hasta ayer, porque Colombia va a ser campeón del mundo, y bebí muchísimo.”
Nos cuenta sobre su pueblo, su familia y su historia.
-¿Y tu mamá? Pregunto luego de que intuyo, por lo que nos cuenta, que hay algo que falta en la historia…
“ Muerta, se ahorcó cuando tenía 9 años. Luego de eso crecimos con mi papá. Siempre dijo que no tenía dinero, y mira que cuando murió, si tenía… un montón de dinero, en un banco “bun”. Me lo dejó todo a mi, pero yo no lo quiero, se lo voy a repartir a mis hermanos.”
Antes de irnos nos regala unas pulseras, tienen 3 hilos, uno rojo uno blanco y uno verde. “Pidan un deseo.”
Le agradecemos mucho y finalmente, nos dice: “Nos vemos en la final México, aunque se van a ir a casa porque Colombia va a ser campeón”.
De un francés que pierde el temple
Llevo 7 años con él y nunca lo había visto así.
Gritó y comenzó a patear la silla de enfrente. Se quitó la gorra y la golpeaba contra la silla.
Yo lloraba sentada en mi butaca.
“Nunca había visto un partido tan de cerca, es como jugar a la PlayStation… los jugadores están justo ahí!” me decía Mat emocionado 84 minutos antes.
Vimos el no penal de Robben a unos pocos metros, en nuestras narices.
Y fue devastador.
A mi se me rompió el corazón.
A Mat se le rompió el temple.
Gritó hasta quedarse ronco, maldijo y pateó. Manoteó y vociferó. Y aún así no hubo nada que hacer.
México perdió, de una forma que no debió ser, pero igualmente perdió.
“Estoy decepcionado del fútbol, esto ya es demasiada mierda, no quiero saber más” me dijo.
Sabiendo como sé que el fútbol es su más grande pasión entendí que aquel desate de ira y desespero no era más que una gran desilusión… a mi francesito también se le rompió el corazón.
A la salida del estadio nos reunimos con la banda.
Ellos venían tristes, Mat seguía enfurecido.
“Tirémonos al pedo”, acordamos… poco más queda por hacer.
De unos brasileños que provocan
Caminábamos por las calles, y algunos nos gritaban “adeus México… jejeje.”
¿Y dónde quedó la hermandad latina?
Fue suficiente ya que mitad del estadio gritara eufórico el gol de Holanda, esos brasileñitos disfrazados de holandeses.
Pero no te burlas. No así, no cuando venimos con el corazón partido y el orgullo herido.
“Adeus México” me dicen … “Hola Colombia” respondo.
Y la situación explotó. En el baño de un restaurante, 3 brasileñitos se burlan de 3 mexicanitos. 3 de los míos. Y uno de ellos explota.
Le reclama y le dice el tan mexicano “¿tienes algun pedo cabrón?” y aquello comienza a armarse. Los otros dos mexicanos le dicen q lo deje, y se lo llevan.
Recuerdo lo que dijo el colombiano esta mañana; aquello del respeto, del desprecio y del baaaam.
No le echen sal a la herida compañeros, no así.
Confundidos, seguimos caminando, no entendemos desde cuando los brasileiros nos desean mal. ¿No decían que nos querían tanto?…
De unos mirreyes que encabronan.
Llevamos una hora formados para entrar al restaurante bar recomendado de la zona. Claramente es el más popular y somos por fin los siguientes en entrar. Somos 6 mexicanos (o 5 mexas y un francomexicanito).
Y en eso llegan otros 6.
Llegan directo a la entrada y piden su mesa. “Hay que formar la fila”, les dice el host.
Se ríen y uno le contesta.
“Mi rey, yo no formo fila, para eso está el dinero”.
Llama a un gerente, lo saluda de mano y se abrazan, aquello del “gallo mi rey cómo has estado que onda dejame entrar” con el mismo acento fresa puerquero, parece que la barrera del idioma lo logra decifrar.
Y a mi se me eriza la piel.
No los torelo.
Los aborrrrezco.
Y le digo al host: “nada de que estos entran antes que nosotros, eh?.. que se vayan a formar”
Y ellos sueltan su risita.
- Nosotros ya hemos estado aquí, conocemos a la gente del lugar, y nosotros no nos formamos. Para qué si se puede pagar.
OJIPLATA me quedé…
- ¿Y lo dices orgulloso? ¡Vaya orgullo nacional! Tu enseñando la poca clase y educación que hay en nuestro país… dando el ejemplo cabrón.
- No es cuestión de educación, si no de dinero.
- Como si tuvieras tanto….
- Pues si lo tiene… me contesta su amigo.
“Ellos no entran antes que yo” le repito al host.
Y entraron. A la mesa de una “amiga” que conocían. Donde les acomodaron 6 sillas en una mesa para 4 donde ya había 4.
Cómo los odddddio pensaba… por eso me fui de México, por esta gente…. cómo los odddddddio, pensaba.
Y 3 minutos después entramos nosotros. A una mesa para 6, junto a otra mesa de 6 que vestían de naranja…
Y ahora encima esto: ya soporté a los brazus burlándose, a los mirreyes pasándose y ahora me tocan los holandeses… vaya puta suerte.
Y sí que lo fue.
De unos holandeses que demuestran todo lo contrario.
Nos sentamos, y comenzamos a hablar y pocos minutos después se acerca a nosotros. Es un chico altísimo con una camiseta naranja, un sombrero naranja y una sonrisa humilde en la cara.
“Sólo quería disculparme” nos dice mientras se toca con la mano el corazón. “No fue un penalty, y México hizo un gran juego, lo siento mucho por mi país.”
Sorprendidos, le dijimos que no pasaba nada, que gracias por decirlo y que no tenía que disculparse. Él no estaba en la cancha.
Brindamos, varias veces esa noche, con él y con sus amigos.
Y Mat lo torturaba jugando a “clavarse como Robben” y rodaba por el suelo, mientras otro amigo le sacaba una tarjeta.
Cada que Mat rodaba por el suelo, el holandés venía a levantarlo y pedirle una disculpa.
Mat se reía y le decía, “ya deja de disculparte, ¿no ves que te estoy jodiendo?”
Y nos pedían que cantáramos el cielito lindo. Infinitas veces.
Están encantados con nuestros cánticos, “ya casi nos los aprendemos” nos dicen.
“Horrible Peralta” suena en todo el restaurante.
Pero hay uno en especial que les emociona, a todos en todas las mesas, les encanta: el “eeeehhh puto”.
Aún no lo perfeccionan.
Pero todos lo aman.
Sí, si saben lo que significa, y sí si entienden que puede estar mal, pero no lo está. Y lo encuentran divertido… divertidísimo.
Cada que hay un tiro en la tele, todos lo cantan. Cada que se toma una foto, todos lo cantan.
Cada que pueden… lo cantan.
De una brasileria que hace las paces
Al salir del restaurante varias horas y chupes después, una brasileira elegantísma se levanta y nos para.
“Mésico, abrázenme.” Nos abraza.
“Lo sentimos tanto por Mésico. Los queremos tanto… nunca habíamos tenido una gente así, unos fans así, nos han alegrado estos días… y ahora no puedo dejar de pensar en que tengo que ir para allá”.
“Serás más que bienvenida” le contesto.
Y al caminar de vuelta al hotel, puedo ver que es verdad. Todo el paseo marítimo, los bares y las calles es un caos de canción: locales y extranjeros que no paran de cantar, y mexicanos que encantados no paran de tomarse fotos y enseñarles las letras.
El sueño se acaba, pero no la alegría.
En Brasil sólo una vez más y por última vez las calles se llenan de un “Horrible Peralta”, un “ehhhh putos”, una foto más y nos vamos a dormir.
…. Hasta dentro de 4 años.
Mientras tanto y por ese francesito que perdió la cabeza por mi país, que cantó, sufrió y se descorazonó: “Allez les bleus”.
Te amo.
El artículo Crónica de una derrota no anunciada apareció en Sin Destino Fijo.