Acá en mi país las reglas se manejan desde la incoherencia absoluta. La costumbre, prima hermana de la idiotez, se ha pasado la historia volviendonos animales estúpidos idiotizandonos en un concepto de sociedad adulterado y carente de sentido común. Nuestro sentido común funciona de otra manera: La violencia como carta de presentación es la característica que nos une como raza y define el continente latinoamericano. Países con más porcentaje de muerte per capita, políticos sacando a pasear su corrupción a plena luz del día y las dictaduras más sangrientas e impunes copiando doctrinas de otros mundos no menos patéticos pero si más primermundistas.
El fútbol es uno de los ejemplos más sobresalientes. Acá en mi país y en toda latinoamerica se vive el fútbol tanto como se muere.
Los intelectuales de la violencia lo llaman pasión.
“Son todos unos putos, unos amargos, unos cagones” proclama el cántico popular de un deporte que exporta mercancía a todos los rincones del mundo como carne de primer nivel.
Ayer, sábado 24 de noviembre, se disputaria la final de la copa libertadores de América entre los des equipos más importantes de Argentina y quizá el clásico más importante y descabellado del fútbol mundial. Un odio y una guerra que se viene gestando desde mitad del siglo pasado y se sospecha que así será por los tiempos de los tiempos.
Siendo las 16:45 hs y a quince minutos del comienzo del partido la Conmebol y la Fifa debatían sobre si uno de los jugadores del equipo visitante estaba o no en condiciones de jugar el partido luego de ser astillado por los cristales de las ventanas del ómnibus que trasladaba a los jugadores acribillado por un sin fin de proyectiles lanzados por simpatizantes del equipo local.
Y así es la cosa:
Por mas nombre que le pongamos al asunto y por mas vuelta que le demos, mi país no está preparado para funcionar como sociedad. El fútbol, que mata más de lo que juega, va a seguir siendo esta batalla estúpida que ya de ha cobrado más muerte que festejo y más impunidad que gritos de gol.
La realidad supera la fantasia y pisotea la inocencia de los hijos que se crían en canchas de fútbol proclamando la muerte al árbitro y de toda persona que no vista los colores de su pasión.
Y así va a ser, por los tiempos de los tiempos.