El domingo pasado estaba en una reunión familiar, de esas clásicas, donde te juntás con parientes políticos que ves dos veces al año. La charla obligada, como no puede ser de otra manera, la monopolizaba una cuñada de mi cuñada… una de esas mujeres que hablan hasta por los codos, que no para un segundo ni para respirar… confieso que hay veces en que es un alivio y otras, como el domingo, en que no la aguantaba más.
Entre todas las cosas que contó hubo varias que me llamaron la atención por lo inusual que resultan para mi: su hijo de 8 años ganó un concurso escolar con un proyecto de educación vial ¡que hizo ella! O sea, un niño de 8 años gana por un trabajo que realizó su madre de 40 años. (o los docentes son idiotas de creer que ese chico puede hacer un trabajo así, o el niño es un prodigio para sus maestros siendo que no puede decir tres frases sin meter el “boludo” en el medio).
No conforme con esa anécdota, casi sin cambiar el aire, contó cómo está haciendo el proyecto anual de ciencias de su hijito de 17 años! porque ¡pobrecito! no le salía. Tomé coraje y le pregunté porqué se comportaba así, que cómo iba a ser responsable su hijo si no podía ni encarar un proyecto de ciencias, y me contestó que si ella no lo hacía, el hijo seguramente reprobaría. Le comenté que debería dejar que reprobara pero que era inadmisible lo que ella hacía.
De más está contar que pasé a ser la loca de la reunión, no sólo porque le dije la verdad, sino porque le preguntaron a mi hija mayor, Rosario de 8 años, si yo la ayudaba con la tarea, cosa que negó horrorizada!!! “¡Yo hago mi tarea! y ¡es muy aburrida!” pero lo dijo con un orgullo que no pudo disimular.
Yo me quedé pensando (aveces pienso que mi vida sería mucho más relajada si me hiciera una lobotomía) en las razones que tienen algunas madres para hacer la tarea por sus hijos, y lo primero que se me ocurrió fue el miedo al fracaso escolar, un temor irracional a fracasar como padres y una tendencia un tanto enfermiza de vivir la vida a través de la vida de nuestros hijos.
Personalmente creo que los chicos necesitan equivocarse, necesitan aprender a levantarse y a asimilar el fracaso para seguir adelante, a no exagerar las caidas o los problemas, necesitan saber con estas experiencias que no son perfectos y que está buenísimo sacar lo mejor de cada situación.
Si nos toca una madre posesiva y sobreprotectora, seguramente seremos adultos inmaduros emocionalmente, temerosos del error y cuando llegue la hora del fracaso, ¿qué será de esa persona? ¿le pedirá a mamá que vaya a hablar con su jefe, o su profesor de la universidad?
Cuando me preguntó horrorizada cómo era capaz de no hacer la tarea por Ro, le dije que no veía necesidad, ya que yo ya había aprobado tercer grado, ¡y de eso fue hace mucho tiempo! Además, entre nosotras, ¿cómo se supone que mi hija aprenda si yo hago las cosas por ella? pero ya era tarde para discutir y además, cortaban la torta
.Paola Depetris, Mami Kanguro