Crónica de una tregua anunciada

Mahatma GANDHI nos dejó una frase inmortal: "No hay camino para la paz, la paz es el camino".
Así, como algo que nos acerca a la paz, es como quiero ver ese alto el fuego "permanente, de carácter general e internacionalmente verificable" que ETA anunció ayer. Quiero creer que existe de verda ese "compromiso firme" con lo que denomina "un proceso de solución definitivo" y con el final de "la confrontación armada". La banda terrorista difundió este anuncio en el diario Gara, que publicó en su web un vídeo y un comunicado de la banda.
Quizás tenga razón Rubalcaba cuando dice que este no es el mensaje que estaba esperando la sociedad española, donde la mayoría reclama un abandono "definitivo e irreversible" de las armas. Personalmente, coincido con el vicepresidente cuando dice que "esta no es una mala noticia, pero no es la noticia". Este paso tiene mucho valor para los que todavía confiamos en una solución negociada al conflicto vasco, aunque lo hayan anunciado tres encapuchados.
Yo también espero que no sea más de lo mismo. El problema es que ya han sido muchas las treguas anunciadas por ETA. Personalmente, todavía recuerdo la euforia que vivimos tras la que se anunció el pasado 22 de marzo de 2006 y que se prolongó durante nueve meses. Más tarde, el atentado de la T-4 acabó con el sueño y desde hoy volvemos a empezar.
El término "alto el fuego" fue utilizado en su día por el IRA en Irlanda en 1994, cuando empezó un proceso de paz que desembocó en la firma del histórico acuerdo de Viernes Santo. Sin embargo, pocos meses después el atentado de Omagh, cometido por un grupo escindido IRA (autodenominado el "IRA Auténtico"), ponía en serio peligro todo el proceso. Tuvieron que pasar 11 años hasta que el 29 de julio de 2005, el IRA comunicó su renuncia a la lucha armada.
Quiero decir con todo ello que estamos al inicio de un nuevo proceso que puede llevar años ultimar y  que habrá mucha gente empeñada en boicotearlo. Por un lado, tendremos a los ultranacionalistas vascos más recalcitrantes, que quizás no tengan intención de renunciar definitivamente al uso de la violencia (no es la primera vez que ETA se escinde). Y por otro lado, no menos recalcitrantes, están los ultranacionalistas españoles, que no entienden un proceso de paz sin venganza pura y dura, como si ver descuartizados los cuerpos de unos cuantos terroristas fuera a devolver la vida a las víctimas.
Creo que dejando al margen a los ultras, de uno y otro signo, la sociedad en general asiste esperanzada al inicio de un nuevo proceso, pero quiere verificar que ETA deja de poner bombas, que ETA deja de exigir el impuesto revolucionario, que ETA deja de robar armas, coches y máquinas para fabricar matrículas, y cuando todo esto ocurra, y cuando comprobemos que no es una maniobra electoral, y cuando se escuche hablar de arrepentimiento, y cuando se pongan las armas sobre la mesa, entonces será cuando podremos ver la luz al final del túnel.
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