Revista Libros
Un maricón se me queda viendo y suspira. Me clava la mirada y yo tuerzo la comisura izquierda de la boca. “Qué cagada”, pienso, “más solo que la una, sin novia y se me queda viendo un gay”. Un viejo amigo de hace dos décadas atrás me hubiera dicho, “agarra aunque sea fallo”. No levanto ni polvo, pero mi necesidad no llega allí. Vengo caminando bajo la lluvia, tiempo sin hacerlo. Total relax más aún después de las cuarenta agujas que clavó en mi espalda la acupunturista. Aún huelo a Artemisa (esa vaina es marihuana, huele a marihuana, “chico, no digas eso”, diría ella). Me instalo a disfrutar de la lluvia debajo de uno de esos paraguas gigantes que atraviesan el boulevard de Sabana Grande con fines estéticos. Protege bien, pero con la fuerte brisa, uno se moja igualito. Tomo una foto de un hombre leyendo, escribo un tweet “Leer como y donde sea”, la adjunto y la envío a la red. Alguien pasa cerca y le dice bromeando a su acompañante, “Mira al viejo güevón ese, leyendo, y bajo la lluvia”. Saco mi libro a esperar que pase la tormenta mientras leo Transilvania unplugged. De una les digo que ya me gustó más que Blue label. Voy entendiendo el rollo en que andan Emilio y José Antonio en Rumania, no en Colombia, Argentina, España; no, en Rumania.La lluvia no para y por Pin y vía tweeter me entero de que Ernesto está jodiendo el parque (o la bicicleta como dicen otros). Así que a protegerse de soberana tormenta tropical. Marco el libro y lo guardo en el bolso. Que se moje lo que sea menos el libro y el celular. Reanudo la caminata. Ando con mis botas impermeables medallistas de plata, Made in Norway. En distintas direcciones se oye “paraguasparaguasparaguasparaguas...” incesantemente. Las frases parecen ecos las unas de las otras “paraguasparaguasparaguasparaguas...” Una señora le dice al vendedor “Dame uno”... "Cuarenta bolívares” ... "Coño pero si en la entrada del metro decías que treinta” ... “Sí, pero ahora está lloviendo” (ojalá uno de esos rumanos del libro se viniera a Caracas pa' que vean lo que es bueno). “No joda, vale, toma tu vaina”, le dijo y siguió con su Últimas Noticias en la cabeza.Pongo a prueba mi calzado y atravieso un pequeño riachuelo que lleva en su cauce colillas de cigarrillos, una tapa de refresco, una lata de cerveza (un clásico), un empaque de cocosette y un sinfin de desperdicios más. Efectivamente, son impermeables. El techo que está más arriba de los edificios es de un gris plomo absoluto (pal carajo el lugar común con el cromatismo), parece venirse abajo y desde esta perspectiva, qué bien se ve el boulevard sin casi gente. Limpio, hasta luce bonito y con aires de orden y desarrollo. Voy disfrutando de las vitrinas y de algunas maniquíes repotenciadas que de verdad sorprenden. Llego a una en la cual no puedo ver la mercancía por la ingente cantidad de personas que se guarecen de la lluvia. Veo a mi alrededor y todos tenían cara de cualquier cosa, menos de vicarios o querubines. Me sentí un Teddy Bear delante de esos carajos. Logré ver a un lado del cristal de la vitrina, una cartulina fucsia que decía “Se solicita enpleado”, pero con la corte malandra a mi lado, no me arriesgué a sacar el celular para capturar la imagen. Tampoco hay que tentar a la suerte.Tal vez “Pleado” sea algún lugar que desconozco, por ello lo querían “En Pleado”. La lluvia arreció y después se me escapó la historia que quería contar, la vi correr junto al río de productos ya consumidos por cualquier anónimo.