Revista Cultura y Ocio

Crónica insignificante, de Emilio Casado Moreno

Publicado el 14 agosto 2011 por Goizeder Lamariano Martín
Crónica insignificante, de Emilio Casado MorenoTítulo: Crónica insignificante Autor: Emilio Casado Moreno Editorial: Autoedición   Páginas: 324 

El 7 de julio Emilio Casado Moreno se puso en contacto conmigo a través del email para enviarme el pdf de su novela para que la leyese y reseñase. Cuando el 23 de julio volví de la playa y leí el email le dije que sí sin dudarlo. Había leído varias reseñas y me llamaba muchísimo la atención.

Sólo le veía una pega. Al haberla autoeditado el propio autor, la novela sólo estaba disponible en versión electrónica. No me gusta nada leer en el ordenador, así que pensé que las 324 páginas del pdf se me iban a hacer muy pero que muy largas. Pero de eso nada. Empecé a leerlo el jueves 28 de julio y lo terminé el lunes 1 de agosto. En realidad sólo me duró tres tardes, la del jueves, la del viernes y la del lunes. Desde la primera línea el libro me sedujo, me fascinó, me atrapó pero, sobre todo, me absorbió. No sé muy bien cómo explicar lo que he sentido con este libro. Se me pegó a la piel, no podía dejar de pensar en la historia, se metió en mi cabeza, en mis pensamientos y, por supuesto, en mis sentimientos. Porque desde la primera hasta la última página he sentido a Marcelo Suelas, su protagonista, como alguien muy cercano, como si fuera un amigo de toda la vida. Marcelo tiene 40 años y es psicólogo. Trabaja como interino en la cárcel, donde cada día reza para que el pobre Casimiro, un viejo con principios de demencia senil siga de baja y no vuelva al trabajo porque eso supondría que Marcelo se iría a la calle. Y eso es lo peor que podría pasarle. Su situación económica no puede ser peor. Está divorciado y su ex-mujer, Amanda, se quedó con la casa y con el coche y, lo más importante, con su hija Diana. A Marcelo no le ha quedado más remedio que volver a casa de sus padres. Con su sueldo le llega justo para pagar la hipoteca de la casa en la que ya no vive y la pensión de su hija. Su madre, Amelia, es una devota a la que sólo le preocupa ir a misa, no dar que hablar en el vecindario y cuidar a don Severo, el cura del barrio. Su padre, Damián, es un policía jubilado que todavía es famoso por sus timbas, sus juergas, sus escarceos amorosos y, en definitiva, por ser un auténtico golfo. Pero lo peor de todo es que sus padres, especialmente su madre, le siguen tratando como si fuera un niño, con vaso de leche antes de dormir y sándwich de nocilla para merendar incluidos. Le controlan cuándo entra, cuándo sale y, por supuesto, con quién. Sobre todo cuando sale con alguna mujer o con Domingo, su amigo de la universidad, un soltero que sólo piensa en gastarse su sueldazo en alcohol y cocaína y en desfogarse mediante el sexo y los videojuegos. Las 324 páginas están divididas en seis capítulos, cada uno es un día, desde un jueves hasta un martes y la historia está narrada por el propio Marcelo, en primera persona, como si fuera un diario. Por eso conocemos todos los detalles insignificantes de su vida, no sólo de su presente, sino también de su pasado. Pero ni la vida de Marcelo ni esta novela tienen nada de insignificante. Al contrario. Todo es importante. La relación de Marcelo con su pasión por la música, sus padres, con su ex, con su hija, con su hermana, con su amigo, con su jefe, con sus compañeros de trabajo y, cómo no, con los presos de la cárcel a los que atiende cuando están a punto de conseguir la libertad o cuando ya no pueden más y se les cae la cárcel encima. Aunque realmente Marcelo se siente insignificante, un fracasado, la historia no es triste ni gris. Transmite esperanza, ganas de sobrevivir, de seguir, de luchar y tirar hacia adelante. De mejorar, de volver a tener una casa, un coche y de vivir otra vez con su hija Diana, que para Marcelo es lo más importante del mundo. Y, por supuesto, de ganas de volver a enamorarse, de volver a ser feliz, de cumplir todos sus sueños, los ocultos y los imposibles, todos, los del futuro y los del pasado, los de adulto y los de la infancia. Esta historia me ha absorbido tanto que no podía dejar de leer e incluso me he sorprendido en más de una ocasión conteniendo la respiración mientras devoraba una página detrás de otra para saber qué más podía pasarle al bueno de Marcelo. Hasta que llegué al final. Un final sorprendente, inesperado, imprevisible y, por encima de todo, impactante. Un final que le da sentido a toda la historia, un final que es como el pegamento que une todas las piezas del puzle y que me dejó, literalmente, con la boca abierta y sin poder dejar de pensar en Marcelo y en todo lo que le pasa en esos seis días. Y al final la que se ha sentido insignificante he sido yo al leer una historia tan cercana, tan cotidiana, tan real, tan intensa y tan buena. Una historia que nos enseña a valorar nuestra vida y a las personas que nos acompañan día a día, por mucho que pensemos que es insignificante. A luchar por nuestros sueños, aunque nos parezcan absurdos o una simple tontería. Una historia con la que he reído y he llorado, una historia que no puedo quitarme de la cabeza y, por supuesto, una historia que os recomiendo porque, de verdad, es de lo mejor que he leído últimamente. Palabra de una lectora insignificante.

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