Desde una recóndita casa amurallada de Tegucigalpa se evadenlas letras de una canción de Pedro Infante. Un entristecido hilo de voz proclama:
"Que murmuren,no me importa
que murmuren,que digan que
no me quieres,que digan que
no te quiero,que tu me estas
engañando que vienes por mi
dinero."
El cantor se desembaraza de su guitarra. Se toca el pico del sombrero, inclina su mirada al suelo y oye en la lejanía una carcajada presidencial. Desde aquél golpe de gracia que le dió su antiguo compañero de filas Micheletti, Mel espera cantando su destino. Acaso cante porque cantar es esperanza, tal y como cantaba Mercedes Sosa que al final se arrimó al sueño dando gracias a la vida y convirtiéndose en la cigarra de Elena Walsh. O como cantaba en versos Mario Benedetti. El poeta uruguayo no solamente se preguntaba por qué cantamos, "si cada hora viene con su muerte, si el tiempo es una cueva de ladrones". También se preguntaba, como lo hacía Juan Gelman, si Dios fuera o es mujer. Y yacente sepultaba sus ojos, pensaba que Idea Vilariño se le anticipó unos días para ser Diosa, gota de lluvia en otros cielos y se convertía sonriente en desnudas letras. Y nadie lloraba para no borrar su tinta.
Mel Zelaya tocando "Que murmuren", de Pedro Infante.
Los ecos cruzaban el gran charco atlántico pero algunos no oían el canto, sino el tintineo de Don Dinero. "Poderoso caballero es don Dinero", recordaba el poema de Francisco de Quevedo desde la guitarra de Paco Ibañez. En épocas de crisis económicas y reglamentadas, los nobles también quieren ahorrar y se aprietan el cinturón, o como dirían los alemanes, el Gürtel. Los políticos españoles sueñan con ahorrar como sueña Díaz Ferrán por despedir y cortar salarios donde pueda. Porque ahorrando se podían adquirir lujosos trajes, mausoleos o villas tan afrodisíacas como la que poseía Il Cavaliere Berlusconi en Certosa. No en balde, el ídolo de todo político era ser como Pepe el Popular y no solamente porque el nombre prometía. Era adquirir una suma de 36 millones, vivir en lugares como México y volver, volver, como cantaba Chavela Vargas, y ser indultados por gastarlo todo.
Consumismo. Palabra mágica para economistas, políticos y embajadores de la paz. Véase Obama que al recibir el premio Nobel de la Paz emitía un estertóreo Wow! que hizo temblar los fustes de la Casa Blanca. No se imaginaba que haciendo oídos sordos a la guerra de Gaza, enviando más tropas a Afganistán o emitiendo más contaminantes que promuevan una alargada guerra por recursos vitales, podría recibir tal premio. Un Nobel de la Paz por hacer de Hopenhagen un encuentro del desencuentro por proteger el planeta enfermo que durante décadas se empeñaba Mafalda en cuidar. Nobel de la Paz , además, para una Paz que volvía a exiliarse de nuestros calendarios. Para una Paz que anidada en el corazón de personas como Aminatuo Haidar casi pierden el vuelo, el despegue de aeropuertos mortuorios.
El hambre por la Paz (sí, en mayúsculas siempre) y la lucha por la justicia e igualdad no era nada comparable con la gripe porcina. Porcina porque, al fin y al cabo, era una gripe del miedo que solamente encontraba remedio en la lectura de La Peste de Albert Camus. No se entendía que convivir con el miedo forma parte de la vida y el bullicio se chutó el fármaco que para las empresas como las de Donald Rumsfeld eran tamifludólares. El miedo y la muerte se coagulan armoniosamente y quedan constatados en pandemias pero también en descuartizaciones de reyes musicales. Michael Jackson, el King of Pop, revivió la experiencia del King of Rock'n'Roll Elvis Presley y conquistó la lista de discos más vendidos.Más dramático que aquel Thriller estadounidense fue el hecho de admitir que existían relojes en la oscuridad que todos tememos:
"Hay una forma de parar el tiempo
desordenando la evolución
y en la prehistoria encontrar
esos ojos que no puedo olvidar.
No me da miedo lo que tú me digas,
ni esas historias del más allá,
sólo me asusta escuchar
los relojes en la oscuridad."
Se desvanecen las cuerdas que dan vida a los relojes, al canto, a las guitarras que sustentaba y punteaba el músico y poeta Antonio Vega. Y serena a sus oyentes y lectores cuando admite que "no cambiaría jamás, este universo informal". Un universo informal que traga también a otros grandes como fue José Luis López-Vázquez, actor que no por su célebre alarido "¡que vienen las suecas!" será recordado, sino por su papel en películas como El pisito, Atraco a las tres o Plácido, película esta última que dirigió su amigo Berlanga con guión de otro amigo suyo, Rafael Azcona. Lástima que no le entregaran un Óscar como también se lo podría haber merecido Pepe Isbert o Manuel Alexandre, pero no se llamaba Penélope Cruz ni poseía el obligado escote que exige Hollywood.
De película sí que fue lo que exhibió el Barça de Pep Guardiola. No porque se llevó todos los títulos que hubo y hay por ganar, sino por la danza sentida sobre el césped. Pina Bausch tuvo que haber conmovido y convencido a Guardiola al admitir que: "No me interesa cómo alguien se mueve sino cómo se conmueve." Conmovedor también ese tour de force de Contador. Contador rebelándose en la alta montaña, retando a las instituciones, a su jefe de fila, a su propio equipo. Era él contra el mundo informal, él contra el viejo Armstrong y contra todos. Y él que se subía al trono y sonreía, aunque el mundo quería burlarse de él y de la Marcha Real a última hora. Exhibiendo un maillot de rebeldía, Contador pensaría en aquella canción que cierra el ciclo de un año: que murmuren.
Mel abandona la ventana con las muñecas cruzadas sobre su espalda. Se sienta en el sofá y revisa la prensa que al unísono recuerda la memoria histórica de un año. Abanica su mano en el aire y sus compañeros entienden que pide un minuto de soledad. Se deja caer hacia atrás y piensa sobre el año. Se siente derrotado, afligido. En enero todavía era presidente; ahora, en diciembre, un traidor de su país. Y revolotea la prensa. Y coge su guitarra. Y vuelve a cantar:
que murmuren,que me importa
lo que digan ni lo que piense
la gente si el agua se aclara
sola al paso de la corriente.
Ríete de parecer y de lo que
se figuren que mientras seas
como eres que murmuren,que
murmuren."