El pasado viernes 30 de septiembre volví a competir después de más de cuatro meses sin hacerlo, y es que como ya viene siendo habitual en las últimas temporadas, los meses de verano los aprovecho para descansar de la carrera a pie y dedicarme a nadar más intensivamente.
Con este ya van cinco años participando en esta carrera y aunque siempre haya tenido una gran afluencia de corredores, en los últimos años el número ha crecido de una manera espectacular. Según la organización en esta ocasión fueron 23.000 las personas que completaron el recorrido. Si bien es verdad que muchas de ellas no volverán a correr ninguna otra prueba durante el resto del año. El carácter festivo y animado que caracteriza a la nocturna del Guadalquivir hace que sean muchos los que se animen a hacerla disfrazados, cantando y riendo.
Este año el recorrido ha sido el mismo que en ediciones anteriores, aunque con una variación, ya que en esta ocasión el sentido se ha invertido y las calles que antes se recorrían al principio ahora se pasan al final y viceversa.
A pesar de salir de casa con mucho tiempo, encontramos tráfico a la llegada y en los accesos al Estadio Olímpico. Ya una vez allí me encontré con Charly y nos fuimos hasta la línea de salida para salir juntos. Él quería tomarse la prueba con calma, disfrutando del recorrido, ya que su objetivo principal era el del domingo. Yo por mi parte que solo llevaba entrenando dos semanas y media tampoco tenía demasiadas expectativas fijadas. Así que finalmente completamos todo el recorrido juntos intentando no perdernos entre tanta gente, eso sí a pesar de que la carrera comenzó a las 22:00 horas hacía mucho calor, 29 grados marcaban los termómetros de la calle, eso unido a que solo había un único avituallamiento hizo que la gente perdiese un poco los papeles a la hora de conseguir bebida isotónica después de cruzar la meta.
No disfrutaba de la llegada al estadio desde el día de la maratón y la verdad es que la sensación sigue siendo increíble, también hay que resaltar lo emotivo de los aplausos y ánimos de los corredores que se cruzan en el túnel del estadio, unos a punto de llegar a meta y los otros cuando ya han finalizado la prueba, es uno de los momentos cumbre.
Sin duda más que una carrera es una fiesta y tanto para mí como posiblemente para muchos suponga la primera carrera en la que participaron.