Revista Cultura y Ocio
Como casi todas las ciudades europeas, Budapest está cargada de historia, aunque hay que reconocer que e s en el famoso Monumento a los caídos (o Plaza del milenio, como también se la conoce) donde mejor se puede apreciar la genealogía de quienes gobernaron la tierra magyar desde hace más de mil años (de hecho, para que se den una idea de la magnitud, ése fue el lugar que eligieron los húngaros para esperar la llegada del nuevo milenio, la cual fue televisada vía satélite para todo el mundo en aquel inolvidable Millenium Day)
Cuando se llega al lugar es difícil reconocer frente a qué uno se encuentra; si frente a una plaza con un monumento en su interior o con un monumento de enormes dimensiones que acabó haciendo del lugar una plaza. Lo cierto es que más allá de esa dicotomía, el monumento es uno de los sitios imperdibles para quienes llegan a la ciudad y además, uno de los más pintorescos, dado que se alza como la terminación de la ancha y larga Avenida Andrassy, que atraviesa una de las zonas más ricas y con mayor estilo de la ciudad.
Pero quienes visitan el lugar se preguntan ¿Qué representa ese fastuoso espacio recargado de personajes en actitudes guerreras y defensivas, acompañados por un oscuro ángel que los observa desde arriba?. Y para ello hay que hacer un poco de historia...
La construcción del monumento (o de la plaza) comenzó en el año 1896, cuando se cumplió el primer milenio de la cultura magyar. Fue entonces que quienes lo idearon decidieron homenajear a todos aquellos personajes que a lo largo de diez siglos forjaron de alguna manera la historia del país. Así fue como decidieron poner en el lugar a los más reconocidos (San Esteban, San Ladislao, San Colomo y los príncipes Andres, Carlos, Roberto y Luis de Hungría.
En la columna central (o columna pilar del monumento) se encuentra además un grupo escultórico formado por siete héroes tribales que representan a cada una de las tribus en las que estaba dividido el territorio antes de la conformación del imperio.
La Plaza se encuentra rodeada por dos de los museos de arte más importantes de la ciudad luego de la Galería Nacional ubicada en la colina del Buda. Allí se pueden ver las muestras permanentes y otras programáticas e itinerantes que varían según las temporadas.
Detrás del Monumento a los caídos se encuentra este castillo rodeado por un lago que durante los meses de invierno se congela totalmente y se transforma en el sitio elegido para transformarlo en pista de patinaje. LA vista de los patinadores con el castillo iluminado vuelve la escena en una pintura naif. El lugar es especial para ir a ver cómo patina gente de todas las edades e, incluso, para hacer buenas fotografías.
Si se quedan allí hasta entrada la noche podrán cenar o tomar algo en algunos de los cafés y restaurantes que hay en la zona. Si son adeptos a la cultura oriental (y quieren un acercamiento al famoso concepto de Budha Bar) les recomiendo que elijan el Kara Cafe a escasos cien metros del monumento, sobre la Avenida Andrassy. Por fuera el lugar no dice nada, más que un pequeño cartel con el nombre del bar, pero al descender las escaleras y bajar al subsuelo les aseguro que se sentirán en Estambul en cuestión de minutos.
Datos Útiles
* La Plaza del milenio es muy fácil de encontrarla. Lo más aconsejable es tomar la Avenida Andrassy cerca de la Vaci Utca y desde allí caminarla hasta el final, ya que ahí termina la avenida y se desemboca ineludiblemente en el complejo de los caídos.
* La otra opción es tomar la línea de metro 1 (de color amarillo) y bajarse en la estación Tere Hosok.
Valor del billete de metro: 1.50 euro
* Para apreciarla en su máximo esplendor les recomiendo ir dos veces: una de día y otra de noche. Les aseguro que verán dos lugares completamente distintos.
* El Café Kara es bastante económico (incluso mucho más de lo que estamos acostumbrados a pagar por el mismo servicio aquí en Argentina) así que no tengan miedo en pedir cualquiera de las variedades de cafés, tragos y pastelería tradicional turca que sirven. Además podrán fumar narguile y probar los llamativos tés de colores, únicos en el mundo.