Buena parte de las personas de fuera son absolutamente incapaces de comprender cómo a los gallegos nos gusta tanto una verdura tan amarga como los grelos y cómo somos capaces de poner cara de felicidad ante una hermosa cachola de cerdo presidiendo un cocido. Pue señores, eso es un fenómeno social, cultural o cómo quieran llamarlo.
Hago esta incomprensible introducción, además de como homenaje al reciente Carnaval, porque con este libro a mí me pasa lo mismo que a un señor de Murcia le puede pasar con el cocido: no entiendo nada, y no sé si -como pienso- es que directamente es un libro realmente malo; o si lo que sucede es que, gaijin como soy, mi mente occidental no es capaz de comprender las sutilezas de la mitología nipona.
Pues esto, que después de novelas de la serie negra, raritas pero interesantes como Grotesco o magníficas como Out (ambas reseñadas en este blog), la Kirino se nos destapa con la historia de los dioses Izanami, la diosa de la creación y de la muerte, y su esposo Inazaki, aunque, para aumentar el lío, la trama comienza por la historia de dos hermanas que desde su nacimiento están condenadas a ser servidoras respectivamente de la diosa de La Luz y la de la oscuridad. ¿Se lían?. Pues esto no es nada.