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Crónicas del libro perdido (o cómo Correos me dio una lección que no pedí)

Por Papacangrejo @Papicangrejo
Crónicas del libro perdido (o cómo Correos me dio una lección que no pedí)
Dácil, del blog Una madre desesperada, quiso hacerse con un ejemplar de mi novela El Último Hogar (gracias mil, Dácil ❤️), y no solo eso, sino que además quería que se lo dedicara.

Me hizo un bizum, yo le escribí una dedicatoria bien maja, con cariño y rotulador, y me fui a Correos con mi sobre en la mano y la satisfacción de estar haciendo las cosas bien.
Claro, hacía años que no enviaba nada, así que lo hice como siempre: envío ordinario. Craso error. Grave. Muy grave. Nivel “no sabes en qué siglo vives, abuelo”.
Total, que el libro no solo no llegó, sino que más de 45 días después sigue sin aparecer. A las tres semanas de enviarlo, me pasé por la oficina a preguntar. Me dijeron que tuviera paciencia. Que si 15 días de ida, 15 en la oficina de destino si no se entrega, 15 para volver… Que esperara cuatro semanas, y que además, ojo al dato, por mi código postal tenía que haber ido a otra oficina. Esto no lo sabía ni yo ni el sobre, que se dejó llevar por la costumbre.
Obediente, esperé esas semanas más una de regalo, y fui a la otra oficina. Allí expliqué la odisea, la señora fue a buscar el paquete, y nada. Que no estaba. Que podía tardar hasta cuatro meses en volver.
Le dije que la próxima vez lo enviaría certificado. Me contestó con esa cara que mezcla resignación y pena, como diciendo “hijo, esto es lo que hay”. Y yo, que soy de la vieja escuela, le respondí: “antes era lento, sí, pero funcionaba”. Ella asintió. No había nada más que decir.
Al final, claro, el resto de libros ya los he enviado certificados, como manda la nueva religión de la logística moderna. Pero no deja de parecerme curioso que, en pleno siglo XXI, con drones repartiendo paquetes y logística de precisión quirúrgica, el sobre con el libro haya entrado en una especie de triángulo de las Bermudas postal.
Nada, que esto es solo una anécdota, pero me hace pensar. ¿Es dejadez? ¿Es una forma de empujarnos a pagar el certificado sí o sí? ¿Un castigo divino por seguir confiando en lo ordinario?
¿Y tú? ¿Has tenido alguna experiencia surrealista con envíos? Cuéntamela y nos reímos juntos. O lloramos. Lo que toque.

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