Revista Opinión

Crónicas Marcianas: la tercera edad

Publicado el 17 marzo 2015 por Alberto Garcia @ensurincon
el villano arrinconado

Estos humanos son sumamente curiosos, después de haber cumplido su ciclo biológico, cuyo fin último es la reproducción y con ella la perpetuación de la especie, tienen la fea costumbre de seguir viviendo y por supuesto deteriorarse. Los avances sanitarios y la higiene tienen la culpa de este dislate de la Madre Naturaleza en algunas zonas del planeta. En el resto, las zonas más pobres, la esperanza de vida es más bien corta.

Hemos podido observar que los machos viejos pierden pelo en la cabeza y lo ganan en las orejas y nariz. Su masa muscular decrece, el aparato reproductor reduce tamaño y pierde su capacidad de erección/penetración. En las hembras las glándulas mamarias flojean y se descuelgan, desarrollan bigote y perilla como los machos y al mismo tiempo su sexo deja de lubricar de forma eficiente. Machos impotentes y hembras menopáusicas, con escaso rendimiento sexual y nula capacidad reproductiva. 
En ambos sexos el pelo que se conserva se vuelve blanco, las uñas adquieren una dureza inusitada, las piezas dentarias caen, las arrugas marcan los cuerpos, la columna vertebral pierde verticalidad, la estatura se reduce y hay perdidas visuales/auditivas así como otros deterioros tanto internos como externos.
Al mismo tiempo, la respuesta del cerebro no es tan ágil a los estímulos y al cambio, lo que supone una resistencia considerable para adaptarse a nuevos entornos o iniciar un aprendizaje. A esto debemos sumar la perdida de neuronas y una menor conexión entre las ya existentes. La suma de todo ello se traduce en escasa memoria, pobre imaginación y razonamiento lento/desfasado.
Los viejos primates, a pesar de esta importante merma de recursos intelectuales, son depositarios de experiencia, conocimiento y sabiduría. En algunas ocasiones, por motivos diversos, también deben trabajar hasta a unas edades poco recomendables. Sus líderes políticos, en función de las circunstancias sociales y económicas, marcan la edad de jubilación o fin de su vida productiva.
Los miembros mas jóvenes de la especie, con la capacidad de reproducción todavía intacta y útiles laboralmente, utilizan a los especímenes viejos para cuidar y educar a sus crías ante la imposibilidad –por diversos motivos– de hacerlo ellos mismos. Cuando estos humanos viejos no realizan labores de educación y crianza, por falta de familia o por deterioro creciente abocado al colapso final, son recluidos en diferentes centros habitualmente llamados “Residencias Geriátricas o de la Tercera Edad“. Es en estos centros, donde el viejo homínido termina sus días… la mayoría de la veces en la más completa soledad e infelicidad.
La organización política y social de estos evolucionados primates, observa de manera preocupante este aumento de la longevidad. Los machos y hembras viejos, aumentan en número, pero ya no son productivos, generando una serie de gastos, problemas y trastornos de difícil solución.
La religión, es la encargada de dar ánimo e ilusión a los más viejos de la especie, prometiéndoles la vida eterna en un cuerpo espiritual no sujeto a deterioro carnal. Estas promesas espirituales, animan a los más viejos a afrontar la etapa más difícil y solitaria de su vida
Si los humanos están locos o no, si disfrutan siendo más longevos o si piensan resolver todos sus problemas existenciales en el mas allá –que prometen y parecen conocer otros humanos– es algo que desconocemos los marcianos.

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