Hay momentos en la vida de un calendario que marcan claramente un antes y un después, que son un stop vital y resaltan soberbios en rojo de cocina.
El 16 de agosto es uno de esos días claves, esenciales como una tumbona playera. Hoy, sí, 16 del presente, es el día elegido por el calendario para marcar a los veraneantes que hay que llenar el carrito vacacional de la compra.
Por eso esta mañana, en el sudoroso intervalo entre ir a la playa y refrescarse en la piscina, el supermercado de la esquina, según se sale, rotonda a la izquierda, era un baile de cestos, bolsas y listas de la compra: jóvenes enrojecidos con toallas anudadas y litronas en su compra, matrimonios jóvenes con niños pequeños enzarzados en la búsqueda de potitos y toallitas de bebé, adolescentes gloriosos, una abuela despistada ante el aceite en oferta, aquella señora que pregunta, oiga, ¿la sal?
Guardé la lista de la compra de las crónicas marinas del anterior agosto, y es que yo soy así, lo afirma Él con sus ojos brillantes de travieso. Por si acaso, porque nunca se sabe y así está el trabajo hecho; quizá se me escapa el presente asegurando cómo debería ser el futuro...
-¿Has encontrado los trapos de cocina? Siempre se nos olvida traerlos... -suspiro, tachando los guisantes de la lista de la compra, una copia en el cuaderno verde de la del año pasado.