En algunas ocasiones la fe del cristiano puede ser probada y sacudida por el fuego de la aflicción. Créeme que a veces ese fuego puede ser real, en forma de fiebre causada por alguna enfermedad, o de dolor, originado por la soledad y la falta de recursos.
Me sentí muy enferma y desanimada después de que mi hermano se marchara de mi habitación. Él también se había ido muy triste, ya que tampoco tenía dinero para comprarme los medicamentos que necesitaba. Sin embargo, no me quedé sola. Después de que él se marchara un arrodillé en mi pequeña pieza y clamé a mi Señor. Reclame la promesa que está en el Salmo 27:10, donde Dios me asegura que aunque mi padre y mi madre me dejen, él se acordará de mí. Me acosté confiada, aunque no pude conciliar el sueño por falta de alimentos y por la alta fiebre que me aquejaba.

«Los ignorantes han de ser instruidos; los desanimados han de ser reanimados; los enfermos han de ser restaurados. La voz humana debe tomar parte en la obra de Dios. Palabras de ternura, simpatía y amor han de testificar de la verdad. Oraciones cordiales y sinceras han de acercar a los ángeles. El Señor os dará el éxito en esta labor; ella está entretejida con la vida diaria, cuando se vive y se practica» (El ministerio de la bondad, p. 36).
Hermana mía, renueva cada mañana tu fe, colocando en las manos del Señor tus proyectos y dificultades. ¡Comparte hoy con alguien las cosas maravillosas que él ha hecho por ti!
Textos compilados por Edilma de Balboa Para Consuela A Mi Pueblo, Blog (Dany Espinoza, Autor)