Crystal Palace hoy (foto propia)
Hito de la arquitectura industrial diseñado por Joseph Paxton (1803-65), Crystal Palace se construyó a partir de módulos prefabricados de cristal y metal en el londinense Hyde Park con motivo de la I Exposición Universal (“Great Exhibition of the Works of Industry of all Nations”), que tuvo lugar del 1 de mayo al 11 de octubre de 1851, mostrando al mundo el poderío de Imperio Británico a la par que los avances de la ciencia.
"What should be done with the Crystal Palace?" (1851, Punch)
Aunque se había planificado como un objeto de arquitectura efímera, debiendo ser destruido tras ésta [1], pronto surgió la inquietud entre los pragmáticos británicos sobre su posible reutilización, como recoge en la ilustración de arriba la revista satírica Punch [2].
Los obreros que participaron en el traslado de Crystal Palace a Sydenham Hill, durante una pausa en el trabajo
Paxton impulsó la Crystal Palace Company, que lo compró y trasladó a Sydenham Hill, donde fue rodeado de unos espléndidos jardines con lagos artificiales con tres pequeñas islas para las que la compañía encargó al asistente del superintendente de la exposición, el artista, naturalista y geólogo Benjamin Waterhouse Hawkins (1807-94), que construya 33 modelos de criaturas de diferentes periodos geológicos a escala real que se convertirán en la primera exhibición de reconstrucciones de fauna extinta de la historia.
El taller de Sydenham donde se construyeron las reproducciones
Aunque se propuso a Gideon Mantell coordinar la muestra, éste declinó, si bien existen diferentes versiones de la verdadera razón: problemas de salud o desconfianza en el proyecto [3]. De modo que Hawkins contó con el asesoramiento de Richard Owen, que en 1841 había propuesto agrupar megalosaurio, iguanodón e hylaeosaurus en un solo género [4], que bautizó en griego como “lagartos terribles”, caracterizado por dedos cortos en el pie, cinco vértebras fundidas en el cinturón pélvico y hábitat terrestre.
Colocando a los iguanodontes en la isla artificial
Siguiendo las instrucciones sobre el tamaño y la forma general de los animales de Owen, Hawkins realizó los bocetos y posteriormente esculpió los modelos con ladrillos, cerámica, hierro y hormigón. No sería razonable juzgar el resultado con los conocimientos paleontológicos actuales, ya que las figuras se adaptaron rigurosamente al estado de la ciencia de mediados del siglo XIX y, por aquel entonces, el iguanodón tenía un cuerno en la nariz y aspecto de cuadrúpedo mamiferoide.
Invitación diseñada por Hawkins para la cena de inauguración
La inauguración se celebró la nochevieja de 1853 con una cena en el interior del iguanodón a la que los artífices invitaron a colegas naturalistas, geólogos y/o paleontólogos como William Buckland, Edward Forbes, Joseph Prestwich o John Gould.
El restaurante más exclusivo del mundo
La efemérides se inmortalizó en un grabado que publicó el Illustrated London News del 7 de enero de 1854. El sueño ya era un hecho: los dinosaurios habían regresado del pasado para aterrorizar a Londres, y estaban aquí para quedarse.
"On visual education as aplied to geology" (1853)
El 17 de mayo, Hawkins impartió una conferencia ante la Royal Society of Arts defendiendo las posibilidades pedagógicas de las representaciones artísticas en el campo de la geología; esta charla fue publicada bajo el título "On visual education as applied to geology" por el Journal of the Society of Arts, acompañando un esquema de la exposición.
Aspecto actual de la estación de Crystal Palace (foto propia)
Pero la apertura al público tuvo que esperar a la entrada en funcionamiento de la nueva estación de ferrocarril de Crystal Palace, el 10 de junio de 1854. Podemos imaginar la reacción del público al ver con sus propios ojos aquellas criaturas y, muy en particular, a los impresionantes dinosaurios, de los que, en muchos casos, ni siquiera habían oído hablar. Los más avisados no podían llegar a hacerse una idea de qué clase de animales serían aquellos y seguramente por más que les hubiera llegado que se trataba de reptiles gigantescos, les impactaría profundamente verlos reproducidos cuando el mayor reptil al que habían tenido acceso directo era una serpiente o, los más afortunados, un cocodrilo del Zoo [5], que el año anterior acababa de inaugurar el primer acuario público del mundo.
Duria antiquior (c.1830, Henry Thomas de la Beche)
Aunque ya a comienzos de los años 30 Henry Thomas de la Beche había realizado varios grabados con escenas prehistóricas basada en evidencias fósiles (lo que hoy llamamos paleoarte) que habían sido ampliamente difundidos, y en marzo de 1852 Dickens había publicado la primera referencia literaria a un dinosaurio fuera del mundo de la ciencia [6], el impacto de la inmediatez de las estatuas de Hawkins cautivó inmediatamente la imaginación de los londinenses. Por otra parte, a mediados del siglo XIX un tercio de la población inglesa era analfabeta, por lo que no conocerían la obra de Dickens, y los grabados de De la Beche circulaban esencialmente dentro de círculos académicos. No se trata aquí de hacer un estudio sociológico, pero es lógico suponer que la mayor parte de los visitantes de Crystal Palace tenía algún tipo de inquietud intelectual, al menos en una primera etapa porque posiblemente el boca a boca acabara atrayendo a todo tipo de público.
Lo cierto es que el éxito fue inmediato y apabullante, suponiendo el despegue de la dinomanía, fenómeno sociocultural que podría definirse como un “apetito desordenado” de acaparar información sobre los dinosaurios: su forma de vida, apariencia, tamaño, etc. [7]
Las reproducciones "de bolsillo" que se pusieron a la venta
La propia Crystal Palace Company puso a la venta pequeñas reproducciones con fines educativos al nada despreciable precio de 30 libras, en lo que podríamos considerar el primer fenómeno de merchandising mesozoico.
"A Visit to the Antediluvian Reptiles at Sydenham" (1855, John Leech)
La principal publicación satírica británica, Punch, se hizo eco de las reacciones del público a través de los grabados de sus dibujantes, como John Leech (1817-64).
El indiscutible éxito de la exposición llevó al consistorio neoyorquino a encargarle una exposición similar para Central Park, donde se erigiría un Museo Paleontológico. Pero el mafioso “Tweed Boss” destruyó todo su trabajo en 1871.
Otra ilustración de Punch sobre el impacto de la primera observación de dinosaurios en los visitantes: ¡cuidado, pueden producir pesadillas!
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[1] Finalmente, fue destruido por un incendio en 1936, cuando Azaña es elegido presidente de la República Española en el aún superviviente Palacio de Cristal (1887) del madrileño Buen Retiro, construido a imagen de Crystal Palace.
[2] Incluye los comentarios de todo tipo de sectores sociales, desde la señora que nunca le vio utilidad, pasando por el gentleman snob que la encuentra instructiva pero decadente, el chaval de la calle –nos recuerda inevitablemente el entorno de Oliver Twist- al que sólo le importa que está sin blanca, el conquistador que aprovecha la noticia para arrimarse, el ama de casa práctica que se pregunta qué harán con el espejo gigante de la exposición, un caballero realmente alarmado por la noticia (podría tratarse de la caricatura de algún impulsor del evento, incluso del propio Paxton), el vividor que especula con su reutilización como casino o el hombre de negocios encantado con la clausura (suponemos que piensa que así el público se olvidará de las distracciones y se centrará más en la industria y el comercio).
[3]Sanz, J.L. (2003) “Aproximación histórica al género Iguanodón”, en Libro de resúmenes de las XIX Jornadas de Paleontología. Morella 2003, Pardo Alonso, M.V. y Gozalo, R. (editores).
[4] Seeley los dividió en 1887 en saurisquios (con cadera “de lagarto”) y ornistiquios (“de ave”), pero Bakker vuelve a agruparlos un siglo después.
[5] Aunque el Zoológico de Londres, uno de los más antiguos del mundo, se inauguró en 1828, hasta 1831 no adquirió ningún reptil. No tenemos la certeza de que existieran cocodrilos en el Zoológico de Londres en 1854, pero todo apunta a que sí, ya que se trata de uno de los reptiles que mejor se adaptan a la cautividad.
Bell, Catharine E. (Ed) 2001, Encyclopedia of the World’s Zoos, Fitzroy Dearborn Publishers, Londres.
[6] Se trata de un simple guiño en el primer párrafo de la primera de las veinte entregas mensuales de 32 páginas al precio de un chelín de la novela Blake House de Charles Dickens, que no vuelve a referirse a fauna extinta en toda la obra: “Londres. Acaba de terminar el primer trimestre académico y el rector está sentado en la taberna de Lincoln. Un tiempo implacable de noviembre. Tanto barro en las calles como si las aguas se hubieran vuelto a retirar de la faz de la Tierra y no fuera increíble encontrarse con un megalosaurio de doce o más metros subiendo como un lagarto gigantesco por Holborn Hill”.
[7] Sanz, J.L. (2009) “Los dinosaurios, un mito cultural”, en Revista Digital Universitaria vol.10 #2, Universidad Nacional Autónoma de México.