La programación de televisión es cada vez más variada y peculiar. Podemos ver desde grandes programas, pasando por series de bajo presupuesto y éxitos asegurados, series de gran presupuesto y pésima calidad o incluso verdaderas macroproducciones que podrían considerarse “lo más cool del momento”.
Sin duda, estamos más que acostumbrados ya a que surja una serie nueva, con caras nuevas y sobre todo caras bonitas, guapos y guapas del panorama nacional e internacional que ponen su imagen al servicio de la interpretación y, como no, de la moda.
Todos recordamos la serie “Betty” y su versión española “Yo soy Bea”, donde se exaltaba la pasión y obsesión por la moda hasta llegar a ridiculizarlo, pero por encima de esa pretensión quedaba el buen vestir en contraposición a la dejadez y el descuido. Pues bien, desde esa y otras muchas series se ha intentado hacer calar en la población la idea de una mujer profesional, fuerte y “monísima de la muerte”.
La serie por excelencia de esta tendencia de moda es, por supuesto, Sexo en Nueva York. Las aventuras de las cuatro chicas (con el paso de las temporadas ya señoras), lideradas por Carrie Bradshaw y sus estupendísimos Manolos (Manolo Blahnik) se han quedado grabadas en la memoria de muchas mujeres del mundo, que han adoptado la postura de “el estilo me acompaña hasta al baño”.
Pero los clásicos tienden a ser imitados, mejorados o al menos tuneados. Y eso es lo que ha intentado la serie Gossip Girl, ser un soplo de aire fresco dentro de esa trama juvenil pero muy glamorosa. Millones de adolescentes (y no tan adolescentes) han intentado seguir el modelo que se propone en esta serie, han intentado que la moda les lleve al éxito, que la elegancia hable por ellos mismos y sea el punto de partida de una vida donde las preocupaciones se reducen a problemas de armario.
¿Y no será mejor ensalzar la parte constructiva de la moda? Eso es lo que posiblemente se hayan preguntado los productores de las series británicas The Paradise y Mr. Selfridge. Dos producciones que recrean los comienzos de la moda y que comenzarán a emitirse en poco tiempo. Un aspecto que no está nada explotado y que sin duda tiene cabida en una parrilla de programación cada vez más repetitiva.
Los “divinos y divinas” de las series de moda seguirán siéndolo por muchos años, y esperemos que no se extingan, pero tenemos que darnos cuenta de que la moda no es solo el bolso de Prada o los zapatos de Jimmy Choo de las caras más conocidas y elegantes de la pequeña pantalla, sino que la moda es un arte que debemos conservar y saber valorar, tratando tanto las tendencias actuales como la trayectoria que nos ha llevado hasta el punto actual, pero siempre sin marcando la diferencia entre la utópica ficción y la simple realidad.
Ana Bueno
Estudiante de 2º de periodismo en Valladolid. Curiosa por naturaleza y viajante por devoción.
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