Revista Opinión

Cuaderno de memorias coloniales

Publicado el 29 noviembre 2021 por Jcromero

Los movimientos migratorios son una constante en la historia de la humanidad. Sin retroceder demasiado en el tiempo, durante el siglo XIX y parte del XX millones de europeos llegaron a otros continentes. No considerar ninguna relación entre aquellos desplazamientos y los actuales es tergiversar la historia. África, por circunscribir el ámbito continental del libro de Isabela Figueiredo, fue troceada y repartida entre Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Italia, España y Portugal.

Hay que dejarlo claro. Antes y ahora, quien migra lo hace con lo puesto y la cartera vacía; huye de guerras, hambrunas o busca mejores condiciones de vida. En el siglo XXI son migrantes de otros continentes los que llegan a una Europa que los recibe con recelo. Desconfianza vinculada probablemente a la aporofobia y a la historia imperialista y colonial europea.

Cuaderno de memorias coloniales denuncia el sometimiento y explotación de los colonizados. Su autora es una niña que "escuchaba las palabras, con hambre de comprender y entender". Una mujer adulta que rememora su infancia para contar lo "presenciado, vivido y sentido". Isabela Figueiredo recopila recuerdos de su infancia en Maputo, entonces Lourenço Marques, una ciudad que describe como "un enorme campo de concentración de negros sin identidad". Y lo hace convencida de que "solo se supera el impacto de una vivencia desenterrándola, revolviendo entre sus restos". Para ello, rescata del olvido personajes y episodios para ofrecer su visión de unas conductas y unos acontecimientos que marcaron su vida.

Cuaderno de memorias coloniales

Aunque hay alusiones a la Revolución de los Claveles, a la actividad del Frente de Liberación Mozambiqueño (FRELIMO) y la independencia de Mozambique (1975), la autora no escribe una crónica sobre el colonialismo portugués o una experiencia familiar. Figueiredo se limita a denunciar el racismo cotidiano, el que era aceptado como ese "orden natural e incuestionable de las relaciones". Ese racismo que interiorizaba que "la distancia entre blancos y negros era equivalente a la que existe entre especies distintas. Nosotros éramos blancos, personas, seres racionales". Un racismo que implicaba animalización y abuso. Al fin y al cabo, el colonialismo, como cualquier variante del imperialismo, se mostraba intolerante con la población autóctona.

Al centrarse en lo particular, en la historia familiar del encargado de electrificar Lourenço Marques, en los últimos días del poder blanco o en el trato dispensado por los colonos a la población autóctona, la autora portuguesa proyecta una visión universal: el final de un sistema de dominio y explotación.


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