Revista Cultura y Ocio
Anoche vi O que arde, la película gallega —de producción hispano-francesa— de Oliver Laxe que fue premiada en 2019 en Cannes. No tiene especial relevancia ver una película tan tarde después de su estreno; pero para mí sí que ha sido notable su proyección aquí, en una de las actividades propuestas gratuitamente por el Centro di Studi Galeghi de la Universidad de Perugia, en colaboración con «PerSo»(Perugia Social Film Festival), con los que anda mi colega Marco Paone, que introdujo el acto, celebrado en una «sala de cine» portentosa; ni más ni menos que la Sala dei Notari de la Piazza IV Novembre del pleno centro de esta ciudad a cinco minutos de casa. Pongo foto abajo. La película nos adentra en la más espesa ruralidad gallega, en el contexto de la destrucción periódica de paisajes espectaculares por el fuego intencionado; y en ella, la relación o reencuentro entre un hijo —pirómano convicto que sale de la cárcel— y una madre que es una lección de austera y connatural cordura. ¿De dónde salieron estos actores? (Amador Arias y Benedicta Sánchez). Me sorprendió una frase al final de la película en la que ella dice algo así como que los que hacen sufrir es porque ellos mismos sufren; y fue porque la tenía anotada hacía unos meses en un cuaderno; que no tengo aquí y no puedo verificar de dónde la saqué. O que arde es una película hecha de silencios elocuentes, que basa todo su talento en la expresión de sus imágenes, y no en las palabras, reducidas a la mínima expresión. Quizá por eso, aunque suene raro decirlo así, hubo momentos en los que agradecí los subtítulos en italiano, de tan difícil que era captar lo que decían los personajes en un gallego cerrado y para sí mismos. Pero, insisto, el laconismo de esta obra es extremo, como las imágenes de un fuego que se siente al lado mismo de la butaca. Al entrar en la sala poco antes de las nueve, un numeroso grupo de estudiantes conversaba en español en la cola; y al salir —no me quedé al coloquio posterior, que empezaría pasadas las once— había ambiente en la plaza y en las calles del centro con una temperatura templada espectacular para un dieciocho de octubre de recuerdo de Carlos Doncel. Yo creo que le habría gustado mucho esta película. Me parece.