En el verano de 2009 habíamos pensado ir a Italia, pero al final surgió lo de Alemania porque nos ofrecieron alojamiento gratuito en Maguncia, a pocos kilómetros de Frankfurt. La ciudad no estaba nada mal como campamento base, porque desde allí podíamos ir a varios sitios que no pillaban demasiado lejos. Decidimos ir a ciudades que estuvieran, como mucho, a 300 kilómetros de Maguncia; si le dedicamos una jornada a cada sitio (o a un par de ellos), como tenemos previsto, más distancia se puede hacer demasiado larga para ir y volver en el mismo día.
Salimos de Madrid el lunes 17 de agosto de madrugada, ya que hemos decidido hacer una etapa lo más larga posible; así que nos chupamos nada menos que 1.427 kilómetros ese día, para llegar a Reims a pasar la primera noche del viaje. Encima no sabemos por qué, pero la mayoría de las carreteras de Francia están totalmente colapsadas y hay tramos en los que estamos parados durante bastante tiempo. Nunca un viaje se me había hecho tan largo...
Llegamos a Reims por la tarde, y nos da tiempo únicamente a dejar las maletas en la habitación de nuestro hotel, el Express by Holiday Inn (los recepcionistas, por cierto, no hay manera de que hablen en otra cosa que no sea francés...), buscar un sitio donde aparcar, subir, pegarnos una ducha rápida e irnos casi directos a dormir. Creo recordar que en el canal internacional de TVE están poniendo "Españoles por el mundo", pero lo vemos mientras cenamos algo y no recuerdo si están en Tailandia o dónde; nos vamos a dormir sin ni siquiera terminar de verlo. Después del palizón de coche, caemos como troncos.
Al día siguiente, martes 18, damos un pequeño paseo por Reims. Nuestro hotel está muy cerca de la catedral de Notre Dame, así que eso es lo primero que visitamos, ya que está abierta desde las 7'30 de la mañana hasta las 7'30 de la tarde. En la fachada principal del edificio hay unos andamios que afean un poco las fotos; a lo largo del viaje nos iremos dando cuenta de que ésa será la tónica principal, qué trajín...
Esta catedral se construyó en el siglo XIII y es uno de los edificios góticos más importantes de Francia. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1991. Durante la Primera Guerra Mundial sufrió algunos daños, y estuvo cerrada bastante tiempo, hasta que se reabrió en 1938 tras un tiempo de trabajos de restauración. En su interior tiene unas vidrieras bastante bonitas, aunque me sigo quedando sin dudarlo con las de la catedral de León.
Rodeamos la catedral por el parque que hay detrás, bastante bien cuidado y donde vemos a mucha gente que pasa por allí haciendo footing o paseando a su perro. Al otro lado del parque está la biblioteca municipal, cuyo edificio recuerda a un antiguo templo egipcio, y, junto a ella, el famoso Palacio de Tau, que hace las funciones de palacio episcopal y que debe su nombre a la planta de su edificio, que tiene forma de letra tau (t en griego). En este palacio se muestran algunos de los tesoros de la catedral, aunque no llegamos a entrar porque te cobran nada menos que 6'50 eurazos.
Por último visitamos la basílica de Saint Remi, para lo cual cogemos el coche, ya que está algo más lejos y desde allí tenemos previsto salir directos hacia Alemania. La basílica fue fundada en el siglo VI, y su parte más antigua es la nave, de estilo románico.
Después de esta corta visita a la ciudad de Reims, seguimos nuestra ruta hasta Maguncia. La siguiente etapa del viaje son unos 450 kilómetros, nada comparado con los 1.427 del día anterior; salimos de Francia a media mañana y hacemos un alto en el camino para comer. Es una maravilla ver las áreas de servicio que hay en las carreteras; además de bancos y mesas donde comer, y aseos e incluso en algunas de ellas fuentes para lavarse los pies, casi todas tienen un montón de árboles y zonas de césped donde poder tumbarse a tomar el sol (nos hizo muy buen tiempo durante este viaje) o echarse una siestecilla. Nosotros nos limitamos a enchufarnos unos bocatas y seguir nuestro camino.
Llegamos a Maguncia sobre las 4 de la tarde, subimos los trastos a casa de Mapi, nos acomodamos y vamos al Plus que tenemos justo debajo de casa, para hacer algo de compra. Compramos entre otras cosas pan de centeno, que es muy típico de aquellas tierras y hace meses que no lo pruebo. La cajera que nos atiende tiene unas pintas de orco que dan miedo, pero al menos cuando pagamos y nos da las vueltas nos dice Tschüss (es lo único que entendemos de toda la retahíla; es realmente frustrante que te hablen en un idioma extraño del que no entiendes absolutamente nada...). Estamos bastante cansados, así que nos vamos pronto a dormir. Al día siguiente nos toca levantarnos sobre las 6 de la mañana, que a partir de las 9 nos esperan Nuremberg y Bamberg, y hay mucho que ver...
Fotografías: Juan Martínez Jarque