
Estuvimos un rato por allí, contemplando las vistas de todo Oviedo desde las alturas, y después decidimos volver a bajar. He estado muchas veces en Asturias y unas cuantas también en el monte del Naranco, pero nunca he tenido la suerte de encontrar abiertas ninguna de las dos iglesias: ni la de San Miguel de Lillo ni la de Santa María del Naranco; al ser día 31 de diciembre pensamos que era una fecha un poco mala como para tener esa suerte, pero aun así hicimos dos altos en el camino para ver las dos.

En 1985, la iglesia de San Miguel de Lillo fue declarada Patrimonio de la Humanidad y, debido al alto grado de humedad del clima asturiano, en el año 2009 se publicó en el periódico La Nueva España un reportaje en el que se advertía el gran deterioro que estaba sufriendo este monumento. Desgraciadamente, esta preciosa iglesia se encuentra incluida, desde el año 2006, en la Lista roja de patrimonio en peligro, elaborada por la asociación Hispania Nostra.

El día no acompañaba demasiado y no apetecía mucho andar paseando, así que nos acercamos a Oviedo para pasar fugazmente por la catedral y por el parque de San Francisco; y por supuesto aprovechamos la ocasión para pasar por una pastelería y degustar unos espectaculares carbayones y casadielles, muy típicas de la zona (carbayón es sinónimo de ovetense). Tras la rápida visita a Oviedo (ya tendremos ocasión de pasear más tranquilamente por la ciudad), decidimos dirigirnos hacia Avilés, que ninguno de los dos conocía. Allí buscamos un sitio donde comer tranquilamente y después estuvimos dando un paseo por el centro de la ciudad, aunque básicamente vimos el ayuntamiento y la iglesia de San Nicolás de Bari.
Por último, rematamos nuestro día volviendo al campamento base por la carretera de la costa, y aprovechamos para hacer un par de paradas en dos playas que queríamos visitar.

Separada de Aguilar por la desembocadura del río que lleva el mismo nombre, se encuentra la playa de Campofrío. Esta playa es algo más pequeña que la anterior, y de hecho ni siquiera tiene un tramo de arena, sino que por las escaleras que dan acceso al mar bajas directamente a las rocas.
Después del momento playero, nos dirigimos ya definitivamente a nuestro campamento base; en Casa Bego nos estaba esperando una de las cenas de Nochevieja más espectaculares que hemos tenido ocasión de probar en la vida...
Fotografías: Juan Martínez Jarque