Si tuviéramos que componer un mosaico con las imágenes más representativas del siglo XX, sin duda tendríamos que situar, en lugar preeminente, la esvástica o cruz gamada, símbolo indefectiblemente unido iri eternum a las teorías nacionalsocialistas del Fürher alemán Adolf Hitler. Sin embargo, muy pocos conocen que el origen de esta figura ornamental no es exclusivo de los nazis y sí, en cambio, de culturas ancestrales, las cuales le otorgaban un significado bien distinto del que se puede presumir al ser bandera de los fanáticos arios.
La forma más habitual de la esvástica es la que tiene sus brazos orientados hacia la derecha. Esta modalidad suele representar el sol vernal, el amanecer y la creación. La versión cuyos brazos se orientan hacia la izquierda recibe el nombre de sauvástica, y es símbolo del sol otoñal, del ocaso y la destrucción. También se conoce como cruz gamada por poseer gran parecido con la letra griega gamma. En el conjunto se puede observar cuatro letras gamma surgiendo de un centro común.
Hace miles de años ya era utilizada en las culturas prehistóricas como talismán benefactor, atrayente de buena suerte y magnífica salud para todo aquel que lo poseyera, y además servía como escudo protector ante las terribles influencias de los malos espíritus. Más tarde nos encontramos con cruces gamadas en diferentes civilizaciones del mundo antiguo tales como las indoeuropeas u orientales. En China y Japón el pictograma iba asociado a la longevidad, la fortuna y el poder, llegándose a colocar en el pecho de las imágenes de Buda como signo de prosperidad. En la antigua India se asociaba al dios Ganesa, protector del género masculino, de la luz diurna y de la vida, mientras que la sauvástica estaba relacionada con la tenebrosa diosa Kali, instigadora del mal y benefactora de la oscuridad. En definitiva, nos encontramos ante un elemento iconográfico muy extendido en diferentes ámbitos. En los pueblos indoiranios aparece, por ejemplo, en numerosas ocasiones encerrada en un círculo, representando así una rueda del carro solar otorgador de vida. En la antigua tradición escandinava la esvástica va íntimamente relacionada con Thor, dios del trueno e hijo de Odín, deidad suprema para los nórdicos. Asimismo, los celtas, griegos, etruscos y romanos creían que era un excelente talismán representativo del poder, el sol y la existencia. Precisamente, el uso figurativo que de ella hicieron las poderosas legiones romanas fue una de las causas en las que se inspiró Hitler para usarla en beneficio de su ideología política.
Ya en tiempos cristianos los primeros mártires de esta religión usaron esvásticas en las catacumbas de Roma, creyendo que eran perfectas representaciones de la piedra básica en la que Cristo elevaría su iglesia. En el Medievo se siguió representando la cruz gamada junto a las imágenes del Mesías. Incluso los masones utilizaron esvásticas, dado que pensaban que sus formas representaban los cuatro puntos cardinales de la Osa mayor alrededor del cielo. En cuanto a España, no es nada extraño encontrar esvásticas en los elementos decorativos de las tradiciones íberas, formando parte indispensable de muchos ajuares vascones, asunto que ha incitado no pocos equívocos posteriores al desconocerse su verdadero propósito ritual. Como curiosidad, diremos que hasta el célebre pintor aragonés, Francisco de Goya y Lucientes, pintó una cruz gamada en su famoso retrato de la marquesa de Santa Cruz.
Pero, por desgracia, en el primer tercio del siglo XX, los nacionalsocialistas alemanes se fijaron en ella y la convirtieron en la imagen característica de su nefasto ideario y posterior régimen autoritario. Como hemos dicho, a Hitler le llamó la atención la estética de esta cruz utilizada por las tropas del Imperio Romano en sus estandartes y por las culturas nórdicas de las que tanto se dejó influenciar como gran símbolo de poder. En consecuencia, era un fetiche muy apropiado para incluirlo en el camino del Tercer Reich hacia la gloria de los seres perfectos. Hoy en día, aquellas connotaciones negativas han borrado en su casi totalidad las reminiscencias del pasado. Y, si vemos por la calle a un personaje portador de una cruz gamada, no se nos ocurre pensar que pueda ser a modo de amuleto o para atraer la bonanza hacia su casa y huimos atemorizados por si su comportamiento pudiera ser violento. Créanme que la segunda opción está más justificada que la primera.
* Tomado del libro: Enigmas - De las pirámides de Egipto al asesinato de Kennedy, de Juan Antonio Cebrián