La indagación sobre el tema en cuestión me fue motivada luego de un encuentro de filocafé que realicé en la ciudad de Encarnación en la quincena de enero, donde uno de los participantes afirmó: "no podemos vivir moralmente sin dios o sin alguna religión". Sumó aún más este mail que recibí de una lectora: "me llamo Rocío y soy de México, tengo una duda... y me gustaría que me ayudase a responderla: ¿qué es el bien y qué el mal?...".
La primera respuesta que se ocurre, influencia por las lecturas de la época, fue buscar su origen dentro de la función evolutiva del ser humano, puesto que no encuentro la moral en un caballo, o la moral de un pingüino, sí podemos observar la moral de uno; por lo tanto, la función moral, junto con otras, también nos distingue esencialmente de los demás animales.
Esta función surgió como alternativa a la fuerza física y bruta para preservar la estabilidad social, puesto que con anterioridad a nosotros sólo esas fuerzas solucionaban los problemas para preservar un orden armónico entre las especies sociales. Todas las culturas poseen un conjunto particular de lo que podríamos clasificar como "conductas morales" que podría definirse, según lo realiza Mattew Alper enDios está en el cerebro, "como la tendencia que tiene nuestra especie a clasificar todos los actos como buenas y malas para el bienestar de un grupo". Esta propensión a diferenciar las conductas "buenas" de las "malas" se demuestra por el hecho de que todas las culturas han compilado listas de reglas y regulaciones que moderan dichas actitudes.
La primera clave para demostrar que podemos estar evolutivamente determinados para una conducta moral, puede remontarse al extraño caso de Phineas Gage, un trabajador ferroviario que en 1848 sufrió un accidente con dinamita, y una varilla de hierro le atravesó el cráneo. Aunque Gage sobrevivió al accidente sin sufrir ningún detrimento notable en su intelecto, su personalidad cambió radicalmente. El relato del suceso, que lo leí en El error de Descartes escrito por Antonio Damasio, cuenta que antes del accidente Gage era conocido como un hombre honesto, dedicado a su familia y a su trabajo. Pocas semanas después del accidente, se convirtió en un vago irresponsable sin ningún sentido moral, y comenzó a engañar, mentir y robar. Estudios que se indican en la obra revelaron que el hierro le había atravesado la corteza prefrontal, indicando así que esta parte del cerebro podría tener un papel crucial en el razonamiento social y moral, lo que justificaría una interpretación neurobiológica de la conciencia moral..
Considerando este enfoque, podríamos concluir previamente que la moral es únicamente humana, no del universo, de la naturaleza o introducida por un ser absoluto. Tal como postula Spinoza: "el bien y el mal no existen en la naturaleza", pero tampoco hay nada exista fuera de ella.
Lo moral forma parte de lo real: este hecho, que impide que valga de un modo absoluto, imposibilita su abolición. Sólo lo real es absoluto, cualquier juicio de valor, relativo. Para Kant, y comparto, la moral es autónoma o no es moral. El comportamiento de quien sólo se prohibiera matar por temor de un castigo divino no tendría valor moral: no sería otra cosa que prudencia, miedo al policía divino. Entonces, ¿la moral no pude venir de las religiones? Exacto. No porque Dios, si se es creyente, me lo ordene algo está bien (porque entonces hubiera podido ser bueno para Abraham degollar a su hijo), sino que pueden creer que Dios ordena una acción porque es buena. Así, ya no es la religión la que funda la moral, sino la moral la que funda la religión.
Tener una religión, puntualiza Kant en su Crítica a la razón práctica, consiste en "reconocer todos los deberes como mandamientos divinos". Para quienes no la tenemos no hay mandamientos divinos, pero sí deberes, que son los mandamientos que nos ponemos a nosotros mismos. Por lo tanto, no hay ninguna necesidad de creer en Dios para ser una persona moral, basta con considerar a los propios padres y maestros, a la conciencia y a los amigos. Sin embargo, como la persona que asistió al encuentro, hay quienes todavía confunden la moral con la religión, especialmente quienes buscan en la lectura literal de la Biblia o el Corán algo que los dispense de pensar por sí mismos.
En todas las grandes cuestiones morales, excepto para los integristas, creer o no creer en Dios no cambia en nada lo fundamental. Se tenga o no una religión, esto no le exime a uno de respetar al otro, su vida, su libertad y su dignidad. Que las religiones hayan ayudado a entenderlo forma parte de su aporte histórico, pero esto no significa que se basten a sí mismas o que tengan monopolio de la moral. El pensador Pierre Bayle, desde finales del siglo XVII, lo había señalado con rotundidad: "tan cierto es que un ateo puede ser virtuoso como que un creyente puede no serlo"..
No por carecer de religión uno traicionará a los amigos, robará o matará "si Dios no existe -dice un personaje de Dostoievski en Los hermanos Karamazov-, todo está permitido" ¡De ninguna manera!, porque no me lo permito todo. Si todo vale, nada vale: una ciencia no es más que una mitología como otras, el progreso es sólo una ilusión y una democracia respetuosa de los derechos humanos no es de ningún modo superior a una sociedad esclavista y tiránica. Esto nos conduciría a un nihilismo donde la moral no tendría cabida.
Si todo está permitido, uno ya no tiene nada que imponerse a sí mismo ni que reprochar a los demás ¿En nombre de qué podemos luchar contra el horror, la violencia o la injusticia? La solución es la fidelidad, el compromiso con los propios valores. En su Introducción a la Filosofía André Comte explica sobre la moral: es "...lo que uno se impone y no por interés sino por deber, sólo esto es propiamente moral. Moral es lo que te exiges a ti mismo, no en función de la mirada del otro, sino en nombre de determinada concepción del bien y del mal, del deber y de lo prohibido. Es el conjunto de reglas a las que tú te someterías incluso si fueras invisible...".
Para concluir, pues de esto se puede escribir más de un libro..., toda moral es relación con el otro, pero antes una relación de sí mismo consigo mismo. Tú no vales más que el bien que haces, el mal que te prohíbes, y sin otro beneficio que la satisfacción de obrar correctamente.