El Carnaval contra la Cuaresma, Brueghel el joven (XVII)
La celebración del carnaval hunde sus raíces en la tradición cristiana medieval. Sin embargo, el germen de estas festividades se encuentra en ritos paganos que tienen que ver con el hecho de disfrazarse y travestirse y, como otras tradiciones, la Iglesia irá moldeando ante la incapacidad de prohibirlo, debido al grado de aceptación en todos los estratos de la sociedad. Es, por tanto, que el verdadero origen es incierto, aunque muchos historiadores lo han relacionado con las Lupercales romanas.
Etimológicamente, carnaval proviene del latín carnelevare, cuyo traducción sería 'quitar la carne'. El término alude al Miércoles de Ceniza, día en el que se inicia la Cuaresma, según los calendarios litúrgicos católico, anglicano y protestante, que son cuarenta días de reflexión y penitencia para el creyente hasta el fin de la Semana Santa. Los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza serán los dedicados al Carnaval, en los que la libertad, la burla, la risa y el misterio conforman una fiesta de desenfreno y excesos que precederán a la austeridad cuaresmal. En España, hay lugares en los que el carnaval comienza con anterioridad, siete días antes del Miércoles de Ceniza, el Jovelardero o Jueves Lardero (del latín lardum, tocino), en el que se celebra un festín carnal, repleto de chorizos, longanizas, butifarras... El momento en que finalizan las fiestas será con el conocido Entierro de la sardina, cuyo origen se remonta a los siglos XVIII y XIX.
Grabado del siglo XIX
Durante el reinado de Felipe IV (1621-1665), prohibió a los cortesanos del Palacio del Buen Retiro participar en el carnaval sin máscaras. Sin embargo, la celebración quedó supeditada a las injerencias de la Iglesia, llegando a prohibirse algunos años. Con Carlos III (1759-1788), el carnaval de máscaras estuvo permitido, pero siempre bajo el rigor y refinamiento de las normas y el buen gusto, resultando la antítesis del carnaval popular, más informal, variado y libre de la mojigatería burguesa.
En el siglo XIX, los carnavales siguen en vigor. Murgas, comparsas masculinas y femeninas y estudiantinas se concentran en las plazas de las ciudades para trazar un recorrido por las calles más importantes. Los días preferentes para el pueblo serán el martes de carnaval y el Miércoles de Ceniza, con el Entierro de la Sardina.
Esta tradición se verá truncada con la Guerra Civil (1936-1939), momento en el cual se suspenden los carnavales con una orden del BOE del 5 de febrero de 1937 que dice así:
'En atención a las circunstancias excepcionales porque atraviesa el país, momentos que aconsejan retraimiento en la exteriorización de las alegrías internas, que se compaginan mal con la vida de sacrificios que debemos llevar, atentos solamente a que nada falte a nuestros hermanos que velando por el honor y salvación de España luchan en el frente con tanto heroísmo como abnegación y entusiasmo, este Gobierno General ha resuelto suspender en absoluto las fiestas de Carnaval'.
Con la dictadura franquista (1939-1975), los Carnavales estarán en algunos puntos de la península prohibidos o censurados. Tal es así que, en Cádiz, por ejemplo, se llegó a denominar el carnaval como 'Fiestas típicas gaditanas', exento de disfraces y máscaras pero sí con pasacalles, cabalgatas y reina de las fiestas. Paulatinamente, la censura se fue suavizando, permitiendo en los 50 y 60 el disfraz pero no la máscara. Con la llegada del periodo democrático, el Carnaval, lejos de languidecer, recupera el esplendor de antaño, con algunos considerados de Interés Turístico Internacional como el de Cádiz o Sta. Cruz de Tenerife, y otros de Interés Turístico Regional, como el de Badajoz o el Carnaval herenciano.
No obstante, el carnaval traspasa las fronteras del catolicismo, alcalzando también al mundo anglosajón, en su mayoría protestante. Así, nos encontramos en Estados Unidos el famoso Mardi Gras, celebrado en la ciudad de Nueva Orleans, Louisiana. Se tiene constancia del Mardi Gras desde 1699, aunque se celebra de manera continuada desde 1743, con la excepción de los años de la Guerra de Secesión y la Segunda Guerra Mundial. Inicialmente, sus carrozas y desfiles recorrían el Barrio francés y, sobre todo, la calle Bourbon, pero el turismo y desfiles cada vez más numerosos obligaron a trasladarlo a zonas más espaciosas como Jefferson Parish. Las cofradías del Mardi Gras organizan los famosos desfiles, tienen su propia jerarquía y construyen sus propias carrozas, disfraces y van lanzando durante el desfile todo tipo de baratijas: collares, tazas, medallones, etc.
Por otra parte, cómo no mencionar el carnaval más famoso del mundo, el de Río de Janeiro. En el las escuelas de samba, que representan a los distintos barrios de la ciudad, desfilan anualmente por el sambódromo, y en cada carnaval se elige cual ha sido la mejor de todas. Cada escuela de samba tiene su propia composición, divididas en alas, y con unos atuendos característicos. Además, cuentan con compositores, coreógrafos y animadores que hacen bailar y cantar al público y, en función de ello, recibirán mayor o menor puntuación.
Además, también encontramos los denominados blocos, desfiles callejeros que participan al inicio y al final del carnaval, dividiéndose en varios tipos: enredo, sujo, embalo y clubes de frevo.
Y de este modo finalizan unas fiestas que, cada vez más alejadas de lo religioso y libradas del lastre de las prohibiciones, van alejándose cada vez más de su original significado, fruto de épocas pasadas, pero manteniendo la esencia y espíritu del carnaval, es decir, dejar de lado la realidad por unos días de ensueño y en los que el disfraz nos libera incluso de nosotros mismos.
Fuentes:
Tenías, Javier. 'El carnaval y la máscara en la historia de España'. Historia de Iberia Vieja, num. 68, 2011, pp 69-75.
Páginas Webs:
http://www.virtualmuseum.ca/Exhibitions/Festiva1/sp/lsm/ http://www.losmejoresdestinos.com/destinos/rio_de_janeiro/rio_carnaval.htm