En estos días, al ver tanta ilusión junta mientras los Reyes Magos preparaban todos los paquetes, me dio por intentar recordar los regalos que me han traído desde que tengo uso de razón. Entre nieblas recordé algunos días en los que un enorme paquete contenía los tesoros; en otros tenía que buscarlos por la casa y siempre, siempre, había libros. Pero fue curioso descubrir que todo el tiempo se alzaba en mi recuerdo un regalo que, a priori, no generaría gran emoción en una niña: un reloj despertador. Salvo que sea un pensamiento inventado, creo que fui yo misma la que lo pedí, fuerte niña extraña. El caso es que tengo la imagen sellada en mi mente, perfecta, el color, el tamaño de las agujas y mi emoción al recibirlo. Quién me iba a decir que hoy por hoy hay mañanas en las que no me importaría tirarlo al suelo. El caso es que, después de darle unas vueltitas a la cabeza, me di cuenta, por fin, de por qué sentí aquella emoción y recuerdo tanto aquel reloj despertador de los años ochenta. Fue el primer regalo que yo consideré de adulta. Y claro, cuando se es niña lo que quieres es crecer, para luego, cuando creces, desear no haberlo hecho tan rápido. ¿Y ustedes? Qué regalo recuerdan?