(...) más allá de los sucesos que llenan el espacio informativo de los últimos días, lo interesante es estudiar qué está ocurriendo realmente en la dinámica internacional y qué repercusiones tienen estos hechos en la emergencia de un nuevo orden mundial que se anuncia. ¿Cuál es la verdadera intención de Estados Unidos al organizar una guerra para que Europa sea nuevamente devastada, tal vez por tercera vez en cien años?
En el trasfondo, lo que está en juego son los intereses superiores del capitalismo global que observa impávido la pérdida de su poder omnímodo. Ucrania es solo un instrumento despreciable para Occidente en la búsqueda de lograr su objetivo primordial que es salvar al capitalismo en el momento de su mayor y creciente debilidad. En particular, está visto a través de la historia que a Estados Unidos no le importa sacrificar millones de vidas, incluyendo la de sus propios ciudadanos humildes que son los que conforman su ejército, si de preservar su sistema se trata. Sus 800 bases militares en todo el mundo y sus 11 portaviones son el instrumento más importante con que cuenta Estados Unidos para resolver los problemas que plantea el derecho internacional.
Durante los cinco últimos siglos, es decir desde que se inició la globalización hegemonizada por Occidente, el poder mundial se asentaba sobre el control de los mares. Eso ha comenzado a cambiar generando una transformación paradigmática en la que Estados Unidos está quedando fuera. La creación de un gran espacio euroasiático en territorio terrestre a partir de la alianza entre Rusia y China establece parámetros novedosos en la estructuración del poder mundial. Hay que tener en cuenta que fueron pensadores occidentales como el inglés Halford Mackinder y el estadounidense de origen neerlandés Nicholas Spykman quienes expusieron que el control del Asia Central como “corazón continental” o “área pivote”, conduciría al control del mundo.
En años recientes la alianza ruso-china que ha llegado al súmmum de su fortaleza tras la declaración conjunta del 4 de febrero pasado firmada por los presidentes de ambos países en Beijing, manifiesta la concreción de los primeros pasos en la creación de un nuevo orden mundial. Tras la derrota y huída de Afganistán por parte de Estados Unidos y la OTAN, y después del fracaso de los golpes de Estado en Kirguistán en enero de 2020 y en Kazajistán en enero de este año, se ha puesto de relieve la incapacidad de Estados Unidos por dominar ese territorio estratégico del planeta.
La alianza euroasiática está sustentada por la pertenencia de Rusia a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que mostró su eficacia, evitando el golpe de Estado en Kazajistán, además de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), donde participan China y Rusia con el objetivo de cooperar en materia política, económica y de seguridad. Vale decir que a esta organización también pertenecen India y Pakistán, al mismo tiempo que Irán, Bielorrusia, Mongolia y Afganistán esperan aprobación para su ingreso.
De la misma manera la Unión Euroasiática conformada por cinco países constituye la extensión exitosa de vínculos económicos y comerciales en el más amplio espacio terrestre del planeta.
China por su parte promovió y creó la mayor alianza económica del mundo, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés). Esta asociación constituye el 30% de la población mundial. Pero el ámbito de mayor alcance en la región y el mundo es la nueva Ruta de la Seda proyecto desarrollado por China para el cual ha destinado hasta ahora 900.000 millones de dólares distribuidos entre 72 países, con una población de unos 5.000 millones de habitantes o sea el 65% de la población mundial según apunta el periodista belga Marc Vandepitte en un reciente artículo.
El gran peligro para Estados Unidos y su sistema de predominio mundial es la incorporación de Europa y en particular de Alemania a este sistema. Si ello ocurriera, se desmoronaría irremediablemente todo la estructura hegemónica construida tras la segunda guerra mundial que tiene en la democracia representativa de corte occidental su sustento político, la Organización de Naciones Unidas su instrumento de control global, la OTAN es el soporte militar de presión, chantaje y amenaza y el Sistema de Bretton Woods constituido a partir del control occidental del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los pilares para sostener económica y financieramente su hegemonía global. La subordinación y control de Europa es fundamental para sustentar este modelo diseñado desde que se pusiera en práctica el Plan Marshall tras el fin de la segunda guerra mundial.
El objetivo fundamental de la política estadounidense ha sido evitar que se produjeran acuerdos de integración energética entre Rusia y Europa que podrían sellar una alianza estratégica mutuamente beneficiosa para ambas partes, que por añadidura enlazaría a Europa con China dejando a Estados Unidos alejado de la posibilidad de seguir manteniendo la supremacía energética en Europa, que junto a la OTAN configuran los pilares que garantizan el control del Viejo Continente por parte de Estados Unidos. Según el periodista estadounidense Mike Whitney, el objetivo de Estados Unidos al desatar el conflicto ucraniano es impedir que el gasoducto Nord Stream 2 sea puesto en funcionamiento como lo señalara explícitamente Victoria Nuland y el propio Joe Biden.
La idea de las acciones de Estados Unidos se sustenta en la doctrina Clinton de política exterior aplicada en Libia que se resume en la frase: ”Fuimos, vimos y él murió”, pronunciada por la ex secretaria de Estado tras el asesinato de Muamar Gadafi. No se puede olvidar que la señora Clinton era secretaria de Estado cuando Biden era vicepresidente.
El verdadero desenlace del problema se va a producir cuando los ciudadanos europeos despierten de su aletargamiento y le pregunten a sus autoridades porque los campesinos de España, Portugal e Italia perdieron el mercado ruso que le compraba su producción de cítricos, aceite de oliva, verduras y otros productos sumiéndolos en una crisis aún más severa. ¿Por qué tienen que pagar tres y cuatro veces más por el combustible, solo para satisfacer a Estados Unidos? Y si se desata la guerra, ¿por qué tienen que poner los muertos y asistir a la destrucción de sus ciudades para hacer felices a sus líderes políticos que han decidido subordinarse a Washington?
Esperemos que ello no ocurra y prime la sensatez. No vale la pena morir por algunos oligarcas que previendo el desastre que están generando en la Tierra aceleran la carrera espacial suponiendo que pueden escapar del desastre que están creando por su afán de lucro y ganancia desmedida.
Tomado de "Algunas reflexiones en torno a la crisis en Ucrania" por Sergio Rodríguez Gelfenstein