SÍNTOMAS VIH
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) destruye lentamente las células del sistema inmunitario y altera sus funciones, de modo que acaba debilitando los sistemas de vigilancia y los mecanismos naturales de defensa del organismo ante cualquier microorganismo agresor. La persona infectada por el virus se vuelve inmunodeficiente, lo que entraña un mayor riesgo a contraer enfermedades infecciosas que combatirían eficazmente los sistemas inmunitarios sin el virus.
El VIH, las semanas siguientes al contagio, no tiene por que presentar síntomas, aunque algunas personas cursan cuadro similar al de la gripe, con algo de fiebre, dolor de cabeza o de garganta. Es a medida que pasa el tiempo, conforme el virus VIH debilita el sistema inmunitario, cuando los síntomas pueden hacerse más evidentes, aunque puede no presentarse ningún síntoma hasta diez años después del contagio. Los más habituales son la pérdida de peso, la inflamación de los ganglios linfáticos, la fiebre, la tos o la diarrea. También pueden aparecer infecciones recurrentes por cándidas, tanto en la zona vaginal como en la bucal, así como erupciones cutáneas en formas muy diversas, desde la psoriasis hasta la dermatitis seborreica. Si aún no se ha diagnosticado la presencia del virus y el paciente no recibe tratamiento, la debilidad del sistema inmunitario puede abrir las puertas a enfermedades más graves, como la tuberculosis o la meningitis.
El VIH se transmite a través del contacto con fluidos corporales de una persona infectada, como la sangre, las secreciones vaginales, el semen o la leche materna. La Organización Mundial de la Salud (OMS) niega que el contacto a través de besos, abrazos o incluso compartir objetos personales sea posible. Sí son causas de riesgo tener relaciones sexuales sin protección (incluido el sexo oral) o compartir agujas al inyectar drogas. Por ello la OMS recomienda como medidas de prevención el uso de preservativos de látex en las relaciones sexuales y la utilización de agujas y jeringuillas desinfectadas por drogadictos.
Otra de las formas de contagio es de la madre al hijo, tanto durante el embarazo como en el periodo de lactancia, a través de la leche materna. Por eso se realiza la prueba del VIH al inicio de la gestación, para poder actuar con tratamientos antirretrovirales.
La forma de diagnosticar si se tienen los anticuerpos del virus es mediante pruebas sanguíneas, aunque es posible que no detecten la presencia del VIH hasta tres meses después del contagio. La prueba de laboratorio consta de dos fases, un primer análisis de presencia de anticuerpos llamado ELISA y una prueba de inmunotransferencia. Si la primera da positivo, se realiza la segunda para verificar que se trata de anticuerpos del VIH y no de otras afecciones como el lupus o la sífilis. En cuanto se sospeche de la posibilidad de haber podido estar expuesto al VIH, es necesario buscar atención médica inmediata. El tratamiento profiláctico tras la exposición puede reducir las posibilidades de infección.
La fase más avanzada del virus es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), que puede tardar hasta 15 años en manifestarse tras la infección, y que un tratamiento adecuado puede evitar o retardar. El VIH permanecerá toda la vida en la persona infectada, que pasa a convertirse en enfermo crónico de esta enfermedad. El tratamiento con terapia antirretroviral de alta actividad (TAAA) logra retardar o incluso frenar la destrucción del sistema inmunitario por el VIH.