Un cuento zen, llamado El zen de Joshu, dice así:
Joshu inició el estudio del zen cuando tenía setenta añosy lo prosiguió hasta los ochenta, cuando comprendió lo queera el zen. Enseñó desde los ochenta años hasta los ciento veinte.
Cierta vez, un alumno le preguntó:- ¿Qué debo hacer si no tengo nada en la mente?- Arrojarlo -replicó Joshu.- Pero si no tengo nada, ¿cómo puedo arrojarlo? -insistióel que interrogaba.- Bueno -dijo Joshu-, entonces llévalo a cabo.(101 cuentos zen, Al cuidado de Nyogen Senzaki y Paul Reps)
Está visto que al intrépido alumno todavía le queda mucho por saber. Porque no escucha, no plantea las preguntas adecuadas. Esta puede ser la lección del cuento, y de la vida de Joshu: aprende a escuchar antes de preguntar. También, que la perplejidad es el origen de la búsqueda. Humildad y afección para la confusión. Quizá, las dos cualidades que hicieron de Joshu un maestro, y del joven un aprendiz.