Traducción mía de un extracto de la canción “What one man can do” de John Denver.


Conozco –porque además estoy casado con una humanitaria– algo de la influencia que han tenido los planteamientos de Dunant en el mundo; considero también que infortunadamente, todavía se ignora mucho sobre cuánto la Cruz Roja Internacional y otras organizaciones han hecho por aliviar el sufrimiento de tantos. Creo que vale la pena insistir en el tema.

Frente a tal horror, Henri Dunant decidió organizar en lo posible a la población cercana, en su mayoría mujeres y chicas jóvenes, a fin de asistir a los heridos, sin importar de qué bando formaban parte. En tanto la población carecía de recursos, él mismo organizó la compra de materiales y ayudó a levantar hospitales de campaña. Aparentemente no hablaba italiano, de manera que mientras auxiliaba insistía en dos palabras: “Tutti-Fratelli” (Todos hermanos) que aprendió de sus colaboradoras. La frase aún identifica hoy a los socorristas, cuyo día se celebra cada 24 de Junio en recuerdo de aquel esfuerzo.

Un libro que nació a raíz del encuentro más bien fortuito de un negociante suizo con la guerra y en el que tal vez el autor quería exorcizar las atrocidades que observó, se traduce hoy en 186 sociedades nacionales dedicadas a ofrecer entre otros, servicios de apoyo en rescate de accidentes, emergencias o catástrofes, programas sanitarios y sociales, y asistencia a personas afectadas por guerras y conflictos.
Yo he tenido la suerte de compartir una parte de mi vida con voluntarios. Me he encontrado con gente angustiada ante las complejidades del mundo que quisieran cambiar todo de una buena vez, pero que viendo ejemplos como el de personajes como Ghandi, Martin Luther King o Nelson Mandela, sienten que lo que hacen no es suficiente.

Estoy seguro de que prácticamente ninguno de los colosos cuyos ejemplos pueden llegar hasta a abrumar, hicieron lo que hicieron con el objetivo de convertirse en tales. Eso sí, escogieron un área específica de insatisfacción sobre la que sentían que valía la pena intentar una mejora, le dedicaron una buena cantidad de energía y fueron capaces de sostenerse en ello en el tiempo. En cualquier caso, tampoco lo hicieron en solitario; cuando ponemos el foco en la visión que aportaron, corremos el riesgo de olvidar que otros los acompañaron.
Permítame entonces una sugerencia final: si usted siente que hay un dominio específico en el cual cree que sería valioso mejorar, en el que usted puede aportar algo y al puede dedicar una parte de su tiempo sin afectar demasiado otras áreas importantes de su vida, no se amilane ante modelos ilustres, que el planeta está repleto de otros más sencillos y modestos, pero cuya sumatoria es al final mucho más grande e importante. Son muchos los ríos cuyo curso puede ser cambiado y además, como decía mi tío Talabarto, si arreglásemos TODAS las cosas que no marchan bien en el mundo, ¿qué dejaríamos para los que vienen?

Sirvan los 100 años de la desaparición de Dunant para saludar los próximos 100 años de iniciativas ciudadanas cotidianas que se llevan silenciosamente a cabo en todas partes del mundo. Si usted es parte de alguna de ellas, reciba también mis felicitaciones. Todos podemos hacer algo, pero recuerde que mover una piedra es no sólo más fácil si lo hacemos con otra persona, sino también más divertido.
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