La obra de Stephen King “La Cúpula” lleva al extremo lo peor de las miserias humanas cuando las reglas sociales dejan de funcionar.
Que una cúpula invisible aparezca misteriosamente de un momento a otro aislando a un pueblo del resto del mundo resulta inverosímil. Que lo que pase dentro esté teñido de sangre y caos, no. Sthepen King hace uso de un suceso sobrenatural como es la aparición de una barrera invisible para hablar de lo ¿natural?: la desintegración social cuando el aislamiento corta las cadenas de mando y elimina el estado de derecho.
Lejos de reinar la anarquía, en Chester’s Mill se empiezan a suceder acontecimientos que tienden a instaurar una dictadura por parte de uno de los concejales del pueblo, James “Big Jim” Rennie. Ante el pánico y la desolación, el pueblo se aferra a cualquier promesa de estabilidad y solución. Este es el devenir que narra King en una secuencia que se irá tiñendo de rojo: los asesinatos en busca de callar voces opositoras se irán intercalando con muertes accidentales relacionadas con ese campo electromagnético que es la cúpula.
Los sectores de la sociedad están metaforizados en personajes puntuales que van a ir construyendo las disputas de poder: el Estado en la figura del concejal, la policía en la del novato comisario, los medios en la dueña del periódico local, la iglesia en dos reverendos de congregaciones distintas, las fuerzas militares federales en un ex combatiente en Irak. Dale Barbara, el ex militar, será la autoridad designada por el mismísimo presidente para manejar la situación, lo cual lo convertirá en enemigo de Big Jim y sus secuaces. El abuso de poder será la norma en un pueblo que, ante la escasez de efectivos policiales, empieza a reclutar jóvenes inexpertos que trastocarán alevosamente los ideales del orden.
El relato de King es largo y denso (el libro tiene más de 900 páginas) pero no por eso menos atrapante. La evolución en el ánimo de los personajes encerrados permite al autor jugar con los tiempos y los sucesos en el avance de la historia. Las cosas se van de las manos, pero nunca de golpe. La pausa y la reflexión ante la inevitabilidad del cautiverio se alternan con las escenas de acción y violencia generalizada.
El de la cúpula, por más surreal que parezca, es un buen recurso para desnudar a la sociedad y apuntar críticamente contra la naturaleza humana. ¿Somos buenos por naturaleza, o nos comportamos bien porque entendemos las consecuencias de nuestros actos en el contexto legal social? Esa es la pregunta filosófica que flota en el aire rancio de Chester’s Mill. Ese aire rancio dejará de ser metáfora hacia el final, volviéndose irrespirable. Aquel momento, al cerrar el libro, nos encontrará saliendo a la calle y respirando profundamente, inspirando el aire fresco y fluido que cualquier balcón de la ciudad más contaminada nos pueda ofrecer. Puro. Libre. El respirar aire fresco y sentir el viento en el rostro puede a veces ser un lujo.