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Cuando aparecen los hombres - Marian Izaguirre

Publicado el 10 junio 2017 por Rusta @RustaDevoradora

Cuando aparecen los hombres - Marian Izaguirre

Nadie sabe con certeza lo que en verdad atañe a otras personas. Eso sí que es un misterio. Pero las confidencias de años, la historia compartida, se convierten en una complicada red en la que quedan atrapadas nuestras vidas. [...] ¿Se han fijado ustedes en lo que pasa cuando se rompe un espejo? No cuando se hace añicos, sino cuando se parte, y las secciones quebradas no caen al suelo sino que se quedan adheridas al marco, astilladas, rajadas, con alguna esquirla y algún hueco... Si nos miramos en él, esos fragmentos de azogue reflejan nuestra imagen, es cierto, pero los planos nunca coinciden del todo, siempre se desplazan unos milímetros y nos desfiguran como si lo verdaderamente dañado fuera nuestro cuerpo.

Teresa Mendieta, una mujer de mediana edad, acaba de cerrar, quizá de forma definitiva, su caserón familiar de la Costa Brava que hasta ahora funcionaba como hotel. Corren los años de la crisis, que para Teresa va más allá de lo económico: tras despedirse de sus empleados, se queda sola ante un futuro lleno de incertidumbre: "Solo era una mujer inestable que tenía un hotel. Y quizá ni eso. Lo sólido, ¿dónde estaba?" (p. 90). No le faltan amantes que con gusto se convertirían en compañeros, ni amigos leales que están a su lado, pero ella siempre ha sido independiente, siempre ha mantenido una barrera difícil de cruzar. Sin embargo, en estos momentos la soledad le trae una compañía amarga: los recuerdos. De su infancia, junto a una madre de costumbres bohemias, o de su descubrimiento del amor, con heridas aún sin cicatrizar. Recuerdos, sí, y una visita, una visita inesperada de las que lo revuelven todo. Así comienza el viaje (interior y exterior) de la protagonista de Cuando aparecen los hombres (2017), la nueva novela de Marian Izaguirre (Bilbao, 1951), que vuelve con fuerza después del éxito deLa vida cuando era nuestra (2013) y Los pasos que nos separan (2014).

Los libros de Marian Izaguirre nunca tienen un solo hilo: suele entrelazar dos tramas, que abarcan diferentes épocas y lugares. Esta novela, poblada por personajes vascos, catalanes, franceses e ingleses que se desplazan de una punta a otra de los Pirineos, no es una excepción: Teresa guarda Cuando aparecen los hombres - Marian Izaguirrelas cartas de una antepasada, Elizabeth Babel, una británica que vivió en esa misma casa a principios del siglo XX. La narración alterna las peripecias de Teresa con las cartas, que no son misivas al uso porque Elizabeth era muda y se escribía a sí misma ("No oigo, pero sí veo. Aunque a veces más valdría no ver", p. 27). Más que cartas, son diarios, aunque, como ella misma medita, solo escribe cuando tiene algo importante que contar ("A veces pienso que solo escribo estas cartas cuando ocurre una desgracia. No sé por qué, pero los seres humanos nos hemos acostumbrado a medir la vida con la vara de la tragedia", p. 252). Elizabeth llegó a Catalunya muy joven, perdió a su padre y se trasladó al caserón cuando su madre contrajo segundas nupcias. A pesar de la desdicha, su padrastro y la cocinera se convirtieron en apoyos incondicionales para ella.

Con Elizabeth, la autora da voz a un personaje marginado, con problemas de comunicación a los que se añade la adaptación a otro país y a otra familia; Cuando aparecen los hombres - Marian Izaguirrea priori, una chica muy distinta a esa Teresa de aspecto elegante y resolutivo. No obstante, tienen más en común de lo que cabría esperar, y en ese paralelismo reside una de las claves de la novela. Paralelismo en los hechos, pero sobre todo en los sentimientos, atemporales. Por mucho que cambien los trajes de baño o la forma de cocinar, los miedos, el amor y la búsqueda identitaria resisten al paso del tiempo. Esta mención a los trajes de baño y la cocina no es casual: algunos capítulos trascendentales se desarrollan junto al mar y, en cuanto a lo segundo, tanto Elizabeth como Teresa se refugian entre fogones, lo que sirve a la autora para recordar algunos platos típicos de la zona y rendir homenaje al placer de las comidas en compañía ("una buena comida hace feliz a la gente. [...] Todo el mundo está alegre alrededor de una buena mesa, todos se levantan satisfechos de ella, ríen, cuentan chistes, se relajan", p. 81). Volviendo a las protagonistas, mientras que en títulos comoEl león dormido o La vida cuando era nuestra se planteaba una relación intergeneracional, aquí las dos mujeres no llegan a conocerse: Teresa lee a Elizabeth buscándose a sí misma; proyectarse en el otro como una forma de construir su identidad.

El título da una pista de lo que les ocurre a ambas: tanto Teresa como Elizabeth quedan marcadas en su Cuando aparecen los hombres - Marian Izaguirredespertar sexual, que condensa la ternura juvenil con la perversión ("El amor. Cuando aparecen los hombres... La frase podía ser una promesa o una maldición", p. 117). En gran medida, el misterio gira alrededor de sus respectivos puntos de inflexión adolescentes, pero sería incompleto afirmar que esos primeros amores son los únicos hombres que influyen en ellas. Para Elizabeth, el padre y luego el padrastro encarnan figuras de protección fundamentales, y no solo de protección: la ayudan a creer en sí misma, la espolean para que no deje que su discapacidad le cierre puertas. En cuanto a Teresa, su profesor de esgrima (afición que comparte con Elizabeth: una práctica un tanto sorprendente en las chicas, que refuerza todavía más su emancipación, su rechazo de los estándares) ejerce un rol entre el afecto paternal porque la conoce desde niña y la atracción instintiva entre dos personas acostumbradas al contacto físico. La visita inesperada es asimismo masculina. En suma: a pesar de apostar por las protagonistas femeninas, la autora no solo no descuida la caracterización del género opuesto, sino que analiza los cambios que se producen en las mujeres cuando entran en contacto con ellos, en diferentes etapas de su madurez y en diferentes grados de afectividad.

Este planteamiento, esta ambición, resulta, sin duda, interesante. También lo es la peculiar estructura narrativa: no solo alterna las partes de Elizabeth y de Teresa, sino que, en el caso de la segunda (y sobre todo en la segunda mitad, después de un determinado giro que justifica el cambio de técnica), la narración está planteada como Cuando aparecen los hombres - Marian Izaguirreun juego de múltiples voces en el que diversos narradores reconstruyen la historia de Teresa a partir de lo que conocen de ella. Con el profesor de esgrima a la cabeza, hablan personajes como una antigua empleada del hotel o un matrimonio de ancianos que conoce a Teresa desde que era pequeña. Marian Izaguirre no desaprovecha la oportunidad para reflexionar sobre la naturaleza de este punto de vista, un punto de vista limitado a la hora de conocer la verdad objetiva de Teresa, pero atractivo por sus sugestiones, por esa constante sensación de estar viendo al personaje a través de los ojos de los demás, con un matiz de duda, de inseguridad. Con esto se traza un paralelismo con la mudez de su antepasada: Teresa no es muda, pero calla, se esconde, y su yo literario podría firmar esta frase de Elizabeth: "A veces pienso que vivo a través de los otros, de sus vidas lejanas e incomprensibles. Pero no les dejo. Nunca les dejo del todo" (p. 250). Los otros... básicos en el fondo y en la forma de esta historia.

No obstante su sencillez aparente (la prosa fluida y delicada de la autora es de las que hacen que parezca fácil escribir), Cuando aparecen los hombres tiene muchos matices, muchos guiños en los que se nota el esfuerzo para enlazar las historias. Sobresale la construcción de los personajes, en concreto las protagonistas: rompe la discapacidad de una y la frialdad de la otra para mostrar su lado más íntimo, su soledad, sus deseos silenciados por la vida. Es, además, muy eficaz en las descripciones, con un par de frases proporciona una imagen precisa de cada uno. Con respecto a sus dos últimas obras, tal vez adolece de un exceso de dramatismo en los acontecimientos de juventud, así como de secundarios con tramas que a la larga carecen de relevancia (como el matrimonio anciano: quizá no era necesario insistir en los problemas del hijo y la enfermedad de la esposa si, al final, esos temas quedan en pausa, porque su papel se limita a la relación con Teresa). Con todo, Marian Izaguirre es una escritora que sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo, y el resultado es siempre una buena historia.

Cita inicial en cursiva de las páginas 159-160.

Fotografías encontradas en el Facebook de la autora.


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