Revista Sociedad

Cuando callen las armas.

Publicado el 31 mayo 2022 por Salva Colecha @salcofa

El otro día leí que ya habían empezado a juzgar soldados rusos por sus correrías por Ucrania. Me interesé un poco por el tema y me encontré por la tele con un crío que contaba que había matado a personas indefensas, a sangre fría. El caso es que lejos de ver la imagen que nos venden en los medios de un matarife desquiciado aparecía alguien que había perdido la noción de la realidad, una persona desnortada que ni siquiera era consciente de lo que había hecho. Decía con una voz como de autómata que cumplía órdenes, que estaba como abducido y que no sentía nada. ¿Psicópata perdido?¿Estrés post traumático? No se, pero igual el soldado ruso no está mucho peor de como habrán acabado los de la acerería ucraniana o incluso, salvando las distancias, que el compañero tuyo de la mesa de al lado, ese que lleva alicaído meses pero al que nadie da importancia. La guerra también puede estar dentro de uno y no darse cuenta nadie. Pero supongo que ese es otro asunto para el que parece que no haya tiempo en esta sociedad de Instagram en la que estamos donde pesa más la apariencia que la verdad.
Volviendo a Kiev. No creo que nadie después de semanas a punto de embarcarse con el amigo Caronte, en situaciones límite y privados de todo lo que nos parece básico acabe muy cuerdo ¿Verdad? Yo por lo menos a estas horas estaría traumatizado como para dos vidas escondido en una esquina. Pero eso parece que no le importe a nadie. Es como si nos hubiésemos creído que la guerra es como en las películas antiguas de Rambo en las que Stallone se cargaba a todo cristo sin despeinarse. Pues no, ya te digo yo que se han visto tíos como torres llorando desconsolados vidas destrozadas mucho después de los tiros. No me crees? Seguro que veremos los resultados a medio plazo.
La guerra no acaba, se queda en el ambiente, en las almas de cada uno, durante generaciones. Ya nada es ni será igual, no puede serlo para los que empuñaron las armas demasiado pronto y ahora no saben como recuperar su vida ni para los que han perdido a alguien. No sabría decirte pero es como para plantearse ciertas cosas como que estamos una vez más ante aquella frase famosa que decía algo como “la guerra la declaran viejos que se conocen y se odian y la hacen jóvenes que no se conocen y no se odian” o algo así. Es la historia de siempre. La guerra acabará cuando lo decidan los que juegan al Stratego pero no para los que la han vivido y se les ha calado en el interior de los huesos.
El viernes andábamos diciendo en el café que si acabará pronto la guerra o va para largo, no sabría que decirte, ni siquiera si al final importará mucho. Lo doloroso no acaba con las bimbas que llueven ahora, seguirá por un tiempo, mucho tiempo. De eso nosotros, aquí en España tenemos un máster. Nosotros sabemos muy bien que el el 39 no acabó nada. La guerra civil siguió durante décadas y ya te digo que algunas veces dudo de que haya terminado.
Uno de mis abuelos falleció allá por el noventa y muchos, seguía en guerra, continuaba pensando que la Guardia Civil se lo llevaría por la noche. Medía sus palabras, hablaba bajito, vivió atemorizado y hasta les infundió cierto temor a sus hijos. Décadas después las heridas no habían cerrado. ¿De verdad cree alguien que cuando callen las armas se arreglará todo con unas ayudas a la reconstrucción?¿Quién reconstruye a la gente?
La guerra destroza la esencia del que la vive, se lleva las vidas y las almas de la gente que sobrevive y ha visto y vivido demasiados horrores. Se pierde el apego a la vida hasta el punto de que se dan demasiados casos de gente que siente un extraño síndrome del superviviente que les lleva al punto de pensar que preferiría no haber vivido para contarlo. Y eso, ya te digo yo que no lo arreglarán los ladrillos. Harán falta décadas para ir cerrando las heridas que se han abierto. Tanto o más importante como recuperar la omnipresente economía hará falta reconstruir el bienestar y la salud mental de los que han visto su vida vuelta como un calcetín de la noche a la mañana y necesitan reconducir de nuevo sus vidas. Pero seguro que para eso no habrá presupuesto.


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