El fin de semana pasado compartí mesa y mantel con unos amigos. Hablamos de lo complicada que se ha vuelto la vida. O mejor, de lo complicada que la hemos vuelto. Mientras cenamos con nuestra familia estamos pensando en el informe que tenemos que redactar la semana que viene; y mientras redactamos el informe pensamos en las vacaciones de Semana Santa; y mientras estamos de vacaciones no dejamos de pensar en la cantidad de cosas que tendremos pendientes a la vuelta... Cuentan que un discípulo preguntó una vez a su maestro:
- ¿Cómo te entrenas tú para obtener la sabiduría?
El maestro contestó:
- Cuando como, como; y cuando duermo, duermo.
Hemos dejado de disfrutar de las cosas porque la mayor parte de lo que hacemos a lo largo del día lo hacemos mecánicamente. No estamos a lo que estamos. Nos dejamos llevar fácilmente por obsesiones, temores infundados, preocupaciones sin sentido, distracciones inútiles que nos impiden vivir el momento presente en toda su plenitud.
Y es que debemos proponernos estar más atentos, vivir más cada instante de nuestra vida. ¿Por qué no empiezas ya? Pon todos los sentidos en la próxima cosa que vayas a hacer: ver una película, escribir un email, preparar la cena... Verás cómo el mundo se ve de otra manera.