Dicen que en el periodismo solo hay noticias cuando hay tragedia. Sin embargo, hoy les voy hablar de una noticia de lucha con final feliz, de cómo la comunidad indígena de los navajos venció al gobierno más poderoso del mundo, el de Estados Unidos. Hoy vamos hablar de cómo David venció a Goliat.
¿Quiénes son los navajos?
Son la comunidad indígena más grande de Estados Unidos conformado por unas 300.000 personas, que viven en Arizona, Nuevo México y Utah, una extensión de unos 70.000 kilómetros cuadrados.
Un hombre navajo cruzando su territorio en caballo, su habitual modo de transporte / Lorenzo Ridi
Este pueblo, que tiene su propia lengua y cultura, llegó de Canadá en el siglo XIII a las tierras donde habita ahora. Aunque cuando llegaron ahí eran una comunidad cazadora y recolectora, de las personas que habitaban en esas tierras aprendieron a cultivar y tejer. A partir del siglo XVI tuvieron un encuentro violento con los españoles, pero a la vez fructífero porque de ellos aprendieron a criar ovejas y a utilizar los caballos.
A medidos del siglo XIX tuvieron varios enfrentamientos con el gobierno de Estados Unidos y, finalmente, fueron invadidos y en 1868 firmaron un acuerdo de paz que permitió a los navajos volver a su tierra, que quedó bajo la jurisdicción de Estados Unidos.
El drama más grande, por eso, llegó a principios de la década de los años veinte cuando descubrieron petróleo y otros minerales en sus territorios. Desde entonces, viven bajo la presión y la explotación de las grandes empresas extractoras.
La repercusión de la explotación
William López, un hombre navajo de Nuevo México que trabajó en las minas de uranio hasta 1966, explica que durante sus labores estuvieron expuestos a diario a este corrosivo mineral sin que nadie les dijera que es radioactivo y, por ende, perjudicial para la salud, por lo que podían contraer enfermedades como cáncer o fibrosis pulmonar así como enfermedades de riñones o linfoma.
Es la casa tradicional en la que habita el pueblo navajo / Wolfgang Staudt
En los noventa, el precio del uranio se desplomó y las compañías dejaron a la intemperie las minas y molinos, que tenían productos radioactivos y tóxicos, que se esparcieron con el viento y en la época de lluvias con el agua, yendo a parar en los arroyos y contaminando buena parte de los recursos y suelos navajos.
Otro drama es el que se dio en Arizona, donde está la reserva de carbón más grande del oeste del país, con 20 mil millones de toneladas. Desde 1966, la compañía Peabody hace minería a cielo abierto y estableció dos minas en la región Black Mesa y Kayenta, actualmente cerrada. “Además de los millones de toneladas de dióxido de carbono que lanzó a la atmósfera, la mina usó más del 70 por ciento de las aguas vírgenes del Acuífero Navajo, del que los indígenas extraían agua para beber y para usos sagrados”, según destaca la publicación Desinformémonos en su web.
Además, el Senado de Estados Unidos aprobó en 1974 “la ley de la reubicación”, que desplazó a 10.000 familias navajos y otras centenares de hopis, otro grupo indígena que habita en la región, para favorecer a la explotación minera.
La indemnización
Una planta de carbón en suelo navajo / Bass_nroll
Estos son solo alguno de los dramas y conflictos que la explotación minera y petrolera han dejado a la comunidad navajo. Por ello, desde hace medio siglo, 1946, esta comunidad inició una campaña legal contra el gobierno de Estados Unidos por la mala gestión de los recursos que estaba haciendo en sus tierras.
En este país, los indígenas tienen su régimen especial y en sus comunidades rige su propia ley y las tierras son de su propiedad y el gobierno les alquila. En el caso de los navajo, sus tierras son alquiladas para la producción de gas, petróleo, la extracción de otros minerales, además de para usos agrícolas y forestales. A cambio el gobierno debe reinvertir en la zona y los navajos consideran que el Estado no ha invertido lo suficiente. De hecho, el 70% de las carreteras de esta comunidad están sin pavimentar y el 30% de los navajos no tienen acceso a servicios básicos como el agua.
Además, argumentan que muchos de los contratos de explotación fueron firmados hace cincuenta años cuando los derechos del pueblo navajo no estaban reconocidos, por lo que son injustos y permiten una explotación desmesurada de sus tierras.
Ahora, por eso, después de cincuenta años de lucha han conseguido una victoria y han firmado un acuerdo con el gobierno de Estados Unidos, que le pagará 554 millones de dólares (437 millones de euros) por el uso indebido del suelo. Esta no es la primera vez que el gobierno de estadounidense debe de pagar una indemnización a un pueblo indígena, pero si que es la más elevada de todas.
Aún así cabe destacar, que esta indemnización no cubre los gastos por contaminación de su territorio. En este sentido, el pueblo navajo tiene litigios contra empresas extractoras, especialmente las de uranio.
Así es como finalmente, con paciencia y esfuerzo, David venció a Goliat.