En este espacio se habla mucho acerca de la vida que llevamos como estudiantes. Sin embargo, pocas veces vemos el punto de vista de aquellas personas que integran el otro lado de la vida académica: los maestros.
No, no, no. Hoy no escribiré acerca de la experiencia de gente extraña, sino de una experiencia personal.
Este semestre empecé a dar clases en una preparatoria. No es nada del otro mundo, un par de horas a la semana. Nada mal para quitarme la espinita de querer dar clases.
Les doy clases a jóvenes de entre 17 y 19 años. Un poco rebeldes, eso si, pero llenos de bastante energía, algo que a veces me hace poner melancólico.
Mis alumnos son de todo tipo. Los hay dedicados al estudio, los que no lo son tanto, los desastrosos, los no tanto, en fin, un cóctel de mentes dóciles.
No lo digo en mal rollo, es simplemente que me encanta poder ser influencia para algunas personas y transmitirle cosas que a mí me han ayudado y que quizás puedan ayudarles a ellos. No soy perfecto, tengo muchísimos defectos, por eso aprendo también yo de ellos.
Al principio me sentía extraño. El primer día no podía aguantar los nervios, siempre me miraban fijamente y algunos volteaban y se reían entre ellos mientras yo simplemente no sabía muy bien que decir.
Mi posición siempre fue -y sigue siendo- de respeto. Yo los respeto, ellos me respetan. Creo que así debe funcionar, aunque no siempre es así.
Nunca falta el que se quiere pasar de listo. El que desafía a la figura de autoridad y la reta sutilmente a un duelo de 50 minutos todos los días.
Esto es a veces difícil. Si fuera personal el asunto, tan fácil como que se resuelve en otro lugar, pero en las instalaciones educativas es un tanto difícil que suceda algún tipo de "pacto de paz".
Los alumnos sienten esa clara necesidad de hacer quedar en ridículo al maestro para demostrar su superioridad y los maestros de evitarla para conservar el control. Me recuerda a ese juego llamado " stratega ".
Pero en fin, no muchas personas podemos llegar a acuerdos de forma verbal y pacifica. Por eso siempre existen los días de exámenes, donde los maestros podemos cobrar venganza contra los temerosos estudiantes "jaja".
Es broma, no suelo hacer eso, al menos no muy seguido que digamos.
Los alumnos se sienten de alguna manera contraatacados cuando esto sucede y a veces todo se torna un poco más sencillo para el maestro que ahora cuenta con un par de respaldos al momento de querer justificar la sanción a un alumno o el hecho de interesarse en que mejore su aprendizaje o desempeño.
Para todos aquellos que son maestros, para aquellos que son estudiantes, es sólo mi visión.
Creo que el pasar el día del maestro y el hecho de aplicar un examen recientemente me han dado motivos de escribir acerca del mundo de la docencia un poco. Sin ningún tipo de traumas y con muchísima inexperiencia. Sólo un amateur sencillo con ideas sencillas, un plumón y un borrador.