Cuando dejas de ser el director de tu orquesta
El tiempo, a pesar de ser relativo, es un elemento que condiciona nuestro día a día. Podemos ejecutar dos acciones en un día o quizás veinte, depende de nuestro negocio, sector, etc.. Pero lo que está claro es que más allá del tiempo como factor de la física, en todo negocio hay algo tan o más importante que el tiempo, el tempo.
Cualquier aficionado a la música, ya sea melómano, punk-rocker o heavy es consciente de la importancia de este factor a la hora de interpretar una partitura. No es lo mismo un un adaggio que un andante con moto, interpretar una partitura cambiado el tempo es arruinar la experiencia de escucharla. Cada obra, y cada segmento de la misma, requiere de una ejecución distinta para llevarnos a ese lugar que imagina el autor.
En las empresas, como en la música, el tempo es básico. Hay momentos donde hay que ir con energía y otros que toca más parsimonia. Y lo importante es que el director no solo sepa interpretar esos tiempo, sino que además ejerza de director. Si pierde la capacidad de marcar el ritmo y queda a merced de terceras personas, su obra no solo resultara dañada en cuanto a su calidad, sino que se afectara al rendimiento de su orquesta y la fidelidad de su público.
Es cierto que no siempre se puede tener el control de toda la orquesta, no vivimos aislados y necesitamos de clientes, proveedores y toda suerte de intermediarios para que nuestra empresa funcione. No obstante, e importante que todos los actores en nuestra situación estén de acuerdo que están tocando. Si, sería como preparar una Jam Session acordando en que escala se va a tocar, que ritmo y saber ceder el protagonismo en cada momento al actor más adecuado.
Película: Crossroads
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