En las últimas semanas estamos viviendo en España los días de mayor calor del año, época que de tener que optar por combinaciones más formales pondrá a prueba nuestra resistencia a las altas temperaturas. En la mayoría de ocasiones formales el razonamiento lógico de a menor ropa menor calor no suele ser factible, al menos si queremos mantener un mínimo de decencia y protocolo. Esta situación puede tornarse realmente incómoda si no hemos tomado ciertas consideraciones previas a la hora de elegir nuestro vestuario, como veremos a continuación.
Parece lógico pensar que son dos los factores principales: La estructura o construcción de la prenda y su composición.
En época de calor es preferible optar por prendas con una estructura ligera y minimalista. Debemos evitar por tanto prendas demasiado armadas y optar por prendas con el mínimo forro y/o entretelas, siempre que la técnica lo permita.
Sin embargo, gran parte de la clave, en cuanto a confort, de una prenda radica en su composición. Ésta otorga a la prenda sus propiedades organolépticas, y por tanto condicionará la relación con el medio que le rodea, y por ende las reacciones que producirá en nuestro cuerpo.
La experiencia me ha demostrado que no hay nada mejor que un tejido 100% natural.
Todos sabemos que, en pro de una mayor durabilidad, resistencia a la arruga y abaratamiento de los costes de producción, el poliéster es uno de los protagonistas constantes de la escena textil. Pero lo que no todos saben es que el poliéster al ser una fibra de resina sintética su capacidad de transpiración es prácticamente nula, produciendo sudor y reteniendo olores. Por tanto, deberíamos de huir de prendas en la que se incluya el poliéster entre su composición si queremos pasar menos calor.
Por otro lado, como ya os expliqué en el artículoTeoría de los tejidos camiseros, otro aspecto directamente relacionado con la ligereza de los tejidos camiseros es ese valor al que a veces no damos importancia como son el número de cabos y el título del tejido. Ambos factores tienen mucho que ver con la finura del tejido y por lo tanto con su levedad y frescor frente al calor.
A mayor título más finas son las fibras que componen el tejido y por lo tanto más transpirable debería ser. Igualmente a mayor número de cabos la fibra es más fina.
Mezclas sí, pero no con poliéster.
Siguiendo con el tema de la composición, tenemos que tener en cuenta lo interesante que pueden ser las mezclas de fibras de distinta naturaleza. Como ya nos explicaran Darwin y Mendel, la evolución está en la mezcla, pues el origen puro de los materiales no sólo acentúa sus propiedades positivas, sino también las negativas.
Veamos algunos ejemplos:
El lino es un material típico del buen tiempo. Por su ligereza y naturaleza más desenfadada debido a ese desgajo natural que podemos apreciar a simple vista. Sin embargo, todos sabemos que su gran defecto es que arruga con suma facilidad y hacer que vuelva a su estado original mediante el planchado puede ser una tarea titánica. Además, suele tener un tacto algo más áspero y seco.
La seda, por otro lado, tiene un tacto suave y muy agradable, además de contar con una gran caída y ligereza. Su contrapartida es precisamente, en general, su falta de cuerpo siendo casi imposible en la mayoría de los casos su uso para prendas como chaquetas o pantalones.
Sin embargo, si mezclamos en las proporciones adecuadas Lino y Seda podemos optener un material con la ligereza y el aspecto desgajado del lino, pero con una mayor resistencia a la arruga y mejor caída.
Parece lógico pensar que será más fácil acertar para cada situación sabiendo elegir la mezcla adecuada, en función de lo que necesitemos.
En tejidos de sastrería, otro valor que debemos conocer es el peso, que viene expresado por g/m2, y nos da una idea del empaque y densidad del mismo, aunque son varios factores más los que entran en juego.
Para prendas de verano el peso suele estar por debajo de 250 g/m2.
Además de la construcción y composición de las prendas, otro aspecto importante a tener en cuenta es el propio tipo de prenda. Ya que a pesa de existir prendas generales para todo el año -camisas, trajes, chaquetas, pantalones- con sus respectivas adaptaciones, como sabemos, en verano existen prendas específicas tanto para combatir el calor, como acordes al ambiente relajado que suele reinar la gran parte del tiempo.
Por ejemplo, las bermudas o pantalones cortos, que podemos ver en la imagen que encabeza este artículo. O los zapatos de pala baja -que nos guste o no deben ser propios de la temporada de calor-. Pero estos son sólo dos ejemplos.
El sombrero de paja y las gafas de sol se convierten en imprescindibles en esta época, pero también florecen los polos y poleras.
Pero si queréis conocer más detalles a tener en cuenta para la época estival sólo tenéis que echar un ojo a este artículo de mi amigo Jose María López-Galiacho: ¡Cuidado: Llegó el Verano!
¡Seguimos con el verano!