
¿Cuáles son las emociones por las que atraviesa una mujer con dificultades para concebir o que ha perdido embarazos en forma reiterada?
Todas las mujeres que atravesamos dificultades reproductivas hemos pasado por experiencias similares.
Generalmente hemos pasado varios años cuidándonos con miedo a que se produjera un embarazo no deseado, con un agregado de carga negativa cuando provenimos de familias “chapadas a la antigua” donde un embarazo en la etapa de noviazgo hubiera sido tomado como una vergüenza difícil de sobrellevar (independiente del hecho de que nosotras realmente hubiéramos considerado un embarazo en ese momento una real catástrofe para nuestra vida)
En otros casos la situación presente se puede agravar por el hecho de que en algún momento de nuestra adolescencia o veinti-tantos hemos quedado embarazadas y optamos por abortar y ahora que realmente queremos un hijo…este no llega!, no hay lógica que aplaque el sentimiento de culpa y castigo que nos acompaña en esta situación.
Primero atravesamos la etapa de expectativa, cuando decidimos con nuestra pareja emprender la búsqueda. Abandonamos las pastillas que nos han acompañado durante años, o dejamos los preservativos abandonados en la mesa de luz. Qué emoción!!! Esa idea que dio vueltas en nuestra mente tanto tiempo por fin se puede concretar…pero los meses empiezan a transcurrir…y nosotras después de tanto cuidado…pensando que las probabilidades de un embarazo a pesar de que tomáramos pastillas o usáramos preservativos (con nuestro miedo a que se pudiera romper!) eran tan altas!
La ansiedad nos empieza a inundar. Probablemente nuestra pareja no entienda porque nos preocupamos tanto, pero él no vive la experiencia de la menstruación cada mes, lo que antes nos dejaba tan tranquilas, HOY NOS SEÑALA LO QUE NO ES, LO QUE ESTA VEZ NO OCURRIO, LO QUE NO HAY. La presencia nos señala la ausencia….No hay manera de que mujeres y hombres podamos vivir esta experiencia de la misma manera, por eso necesitamos más que nunca dialogar mucho y respetar la vivencia del otro aunque sea muy distinta de la propia.
Cada mes vivimos la esperanza de mitad de ciclo y la desilusión que acompaña la primera mancha de sangre. Cada vez se vuelve más insoportable la angustia. Así como transcurren los meses nuestra vivencia de determinadas situaciones se va modificando drásticamente. Con la ilusión de los primeros meses nos deleitábamos mirando vidrieras con ropa de bebés, cochecitos, ropa para embarazadas, imaginándonos como nos veríamos con una panza voluptuosa, quizás preocupadas por la figura que inevitablemente sufriría alteraciones…Mirábamos a otras mamás pasar con sus cochecitos o sus panzas abultadas y nos imaginábamos que pronto nosotras estaríamos en la misma situación.
Después de 3, 6, 9 meses, para cada mujer los tiempos pueden ser distintos, ya no vemos con tanto agrado todo esto, incluso nos empieza a doler, nos angustia, nos hace llorar. Incluso ya no queremos ver a nuestra amiga embarazada (Y ENCIMA NO LO ESTABA BUSCANDO!), o ir a la casa de los suegros donde no dejan de preguntar para cuando…
Finalmente luego de un tiempo, seis meses, un año, dos, depende de la tolerancia de cada uno a la espera y la información que nos llega(ni hablar cuando tenemos más de treinta y por todos lados nos bombardean con que nos estamos poniendo viejas para tener hijos!) recurrimos al médico. En algunas ocasiones (por no decir en la mayoría) vamos a salir bastante asustadas de esta primera consulta de donde nos pueden hablar hasta de menopausia prematura?! Seguramente saldremos con la certeza que debemos hacer algo y pronto. Empiezan los exámenes. Algunas salimos de ellos con el alivio y el desconcierto de que esta todo bien. No hay problemas de ovulación, los espermatozoides de nuestra pareja son lo que deberían ser, entonces que pasa?? Nos sugieren esperar un poco más o hacer estudios de mayor complejidad a ver si buscando con lupa encontramos algo. Puede que efectivamente se encuentre algún problema, lo cual nos entristece pero paradójicamente nos alivia a la vez, bueno, entonces SI sucedía algo.
Comenzamos una segunda etapa en este recorrido: los tratamientos de baja y alta complejidad. Sea cual sea al que nos sometamos, inevitablemente vamos a entrar en una vorágine agotadora. Horarios, muestras, inyecciones, nuestra sexualidad mediada, medida y controlada. Nos sumergimos en una montaña rusa de emociones: de la esperanza a la desilusión en cuestión de días o semanas. Terminamos agotados, física y emocionalmente. Financieramente en banca rota. Seguramente nos encontremos profundamente deprimidas, sobre todo cuando nos hemos sometido a varios intentos de una o varias técnicas de baja o alta complejidad (o travesado todas las que nos hayan sugerido y hayamos podido costear!)
Ninguna mujer debería pasar por esto sin el apoyo adecuado, sin embargo este es lo último que solemos considerar. Quiza si comprendieramos lo importante que es estar bien para lograr los objetivos deseados nuestras prioridades en cuanto al bienestar personal cambiarían...llega un punto en que debemos parar y reflexionar sobre las decisiones que estamos tomando.
