Revista Historia

Cuando el hombre y los pedos de mamut produjeron una glaciación: el Dryas Reciente

Por Ireneu @ireneuc

Cuando a mediados de noviembre las temperaturas superan de largo los 20ºC y hay gente que se está bañando tranquilamente en la playa a orillas del Mediterráneo, el cambio climático deja de ser una cuestión de opinión para pasar a ser un hecho fehaciente. La actividad humana desaforada, con la consiguiente emisión de gases de efecto invernadero y contaminantes por un tubo (preferentemente el de escape) está modificando la composición del aire que, hasta antes de la industrialización, circulaba por la atmósfera del planeta. Asimismo, la continua destrucción de nuestro entorno natural está produciendo una extinción masiva de especies sin parangón en el registro fósil. Posiblemente haya gente a quien no le preocupe lo más mínimo que desaparezca un tipo de rana (caso de la recién desaparecida rana Toughie), pero tal vez debiera inquietarnos muchísimo más de lo que lo hace. No en vano, los científicos han constatado que los hombres y los pedos de los mamuts tuvieron un protagonismo destacado en el origen del último periodo glacial. Lo ha leído bien: pedos.

Durante el Pleistoceno, la tierra sufrió diversas glaciaciones que afectaron globalmente el clima de todo el planeta. La última, llamada Dryas Reciente, corresponde a un repentino enfriamiento que, tras un periodo de unos 1.600 años con temperaturas similares a las actuales, empezó hace 12.900 años y acabo hace 11.700. Hasta aquí, podría entenderse como una de las oscilaciones típicas que se producen en todos los periodos glaciales, sin embargo, los científicos detectaron que en un lapso muy corto de tiempo (algunos creen que no mayor a un decenio) hubo una caída brutal de los niveles de metano en la atmósfera. Esto no era en absoluto normal. ¿Qué había pasado aquí?

Para empezar, el metano es un hidrocarburo que, procedente de la putrefacción de materia orgánica, además de formar parte del gas natural que utilizamos en nuestros hogares, es uno de los más potentes gases de efecto invernadero que existe en la atmósfera, por lo que una variación en las concentraciones de dicho gas produce variaciones notables en la temperatura global. Si de hecho se tiene estudiado que una variación de unos 20 ppbv (partes por cada 1.000 millones -billón, en inglés- de volumen) produce una variación de 1 grado... ¿se imagina lo que supone un descenso de entre 185 y 245 ppbv como el detectado? Efectivamente, un colapso de las temperaturas de entre 9 y 12 grados, justo lo que se produjo en el Dryas Reciente.

Al investigar lo que había pasado, los científicos se percataron de que aquel periodo de tiempo en que el metano había caído como las acciones de Bankia, había coincidido con la llegada y expansión del ser humano por América. Pero no solo con ello, sino, curiosamente, con la práctica desaparición de los grandes herbívoros hasta entonces existente en el subcontinente norteamericano, entre ellos mamuts, bisontes, caballos, camellos, berrendos (ver El misterioso exceso de velocidad del antílope americano), además de los grandes depredadores que se alimentaban de ellos. ¿Y cual es el subproducto gaseoso que emiten cuando han comido? Efectivamente, pedos, o lo que es lo mismo, metano.

La teoría estaba servida, la desaparición de la megafauna implicó la desaparición de las emisiones de metano "pedorro" que usualmente dejaban escapar libremente a la atmósfera. Sin embargo, y aunque nos podamos imaginar que un mamut, con su tamaño, en el momento de tirarse un cuesco podría llenar un globo aerostático, había que confirmar realmente que la cantidad de metano que emitiesen los animales herbívoros desaparecidos eran suficientes como para provocar semejante descalabro. Los estudios fueron concluyentes.

Tras estudiar el metano que emiten en la actualidad los elefantes y el ganado, se llegó a la conclusión de que la desaparición de los grandes herbívoros en las inmensas llanuras norteamericanas implicó dejar de emitir a la atmósfera un millón de toneladas de metano. Emisiones fallidas que explicarían por sí solas el decrecimiento de las concentraciones de este gas de una forma tan brusca como las descubiertas.

Así las cosas, los científicos han llegado a la conclusión de que, las cazas intensivas de herbívoros de todo tipo realizadas por los hombres recién llegados, en una América donde los ecosistemas se encontraban en un precario equilibrio ecológico debido a los cambios climáticos recientes (ver Missoula, un cataclismo hecho riada), supuso un mazazo insalvable para buena parte de la megafauna existente.

Su acción, por tanto, supuso la extinción de hasta 114 especies de herbívoros diferentes y, con ellos, de las ventosidades que emitían diariamente, lo que provocó un descenso repentino de las concentraciones de metano en la atmósfera (sobre todo del hemisferio Norte). Ello, junto a la progresiva desaparición de los grandes herbívoros también en Europa y Asia (ver Wrangel, el dominio del último mamut), hizo que el clima global se enfriase por la incapacidad de la atmósfera de retener el calor del sol, provocando, de rebote, el último periodo glacial que ha padecido el planeta.

Así las cosas, la acción del ser humano sobre su medio ambiente, no sólo ha ocasionado la desaparición de infinidad de especies, sino que, ya en el pasado, ha sido capaz de provocar cambios climáticos de alcance global. Y si esto pasó siendo un par de millones de personas repartidas por el mundo... ¿qué no seremos capaces de hacer más de 7.000 millones de almas consumiendo a todo trapo como si no hubiera un mañana?

Visto lo visto, y tal como pinta la cosa, evitar nuestra propia extinción.


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