Cuando el médico es el paciente. Imagen: aplamancha.blogspot.com
Hoy me tocó estar del otro lado del escritorio, suelo insistir en tratar bien al paciente y hoy vuelvo a hacerlo, ahí les va mi historia…
Desde hace ya varios años me uní al exclusivo club de pacientes con Migraña, en realidad no tenía intención de pertenecer a él, pero es que tú no lo escoges, ella te escoge a ti. Es de esos padecimientos en donde el paciente no puede hacer nada para evitarlo, simplemente se presenta. Desde hace 4 años o un poco más, los ataques empezaron a ser más frecuentes, sobre todo desencadenados en episodios de desvelo y estrés, ¿cómo médico, particularmente como residente, podía yo evitarlos? En realidad no… en los últimos años, si ven mis primeros posts en el blog, podrán ver que he estado sometido a tensiones, enojos, etc. ¿quién no?. Pero de todos modos, con o sin ellos, hay días que a mi amiga le gusta venir a visitarme.
La madrugada de hoy fue una de esas, la migraña decidió aparecer, inoportunamente despertarme y simplemente no dejarme seguir durmiendo, pero tampoco irse ni permitirme abrir siquiera los ojos. Tome mi dosis de Zoming (zolmitriptano) pero tardó un buen rato en empezar a hacer efecto, de hecho a penas logró hacer que pudiera soportar la luz del iPhone para enviar el mensaje de que no podría llegar a trabajar. Así fue que, aunque los pacientes no lo crean, un médico caía víctima de la enfermedad.
Al lograr recuperarme, tome el coche, aún con cefalalgía pero ya sin hipersensibilidad a la luz y manejé ahasta el I.S.S.S.T.E. (para mis amigos de otros países, en México la atención pública se divide en tres grandes rubros: I.M.S.S. es el servicio de Seguridad Social para trabajadores, el I.S.S.S.T.E. para los trabajadores del Estado y aquellos que no tienen derecho a ninguno de estos, son atendidos directamente por la Secretaría de Salud (donde yo trabajo, generalmente con menores recursos económicos, como ya he hecho mención).
En fin, pude haber ido a las 13:00 que pude ponerme de pie sin molestias mayores (nunca fue un “descanso” esto de estar sin hacer nada con la luz apagada y sin ruidos), pero no tenía caso hacerlo, ya una vez me presenté y se habían acabado los turnos, y tendría que esperar a que el siguiente iniciara, así que salí a las 14:00 hrs. para tomar mi turno. Decidí ser uno más, nunca mencioné ser médico (a veces cometemos el error de dar preferencias a los colegas), hice las mismas colas que todos los demás usuarios, aún cuando algunos de enfermería me reconocieron. Quería vivir la experiencia de ser el paciente.
Pues bien, llegué a las 14:15, ya había 30 personas antes que yo, en una lista de 3 consultorios trabajando, así que tendría que esperar, eso ya lo sabía. Mientras oía protestar a algunos pacientes, pensaba para mis adentros que cuando entran, lo que quieren es que se les trate dignamente, con respeto, cariño y se les escuche, al menos así lo pregono y practico yo, la espera se hizo larga, y aunque no me sentía bien, procuraba concentrarme en ese hecho. Pasaron más de 3 horas, donde no hacía nada, no había como distraerme y el dolor de cabeza comenzaba a incrementarse nuevamente.
Identifiqué a la médico (o médica como algunas personas empiezan a poner) que me atendería, en realidad hacía una hora y media que no pasaba a nadie, todos los que deberíamos pasar a su consultorio seguíamos ahí, mientras que las personas asignadas a otros galenos continuaban pasando, ella estuvo un buen rato intercambiando risas y cotorreos con algunas personas en el pasillo. Todavía guardaba esperanzas de que al pasar al consultorio las cosas serían diferentes, que tal vez entre risas y chacoteos estaba interveniendo por un paciente, intercambiando información médica o yo que sé que pasaba, no la juzgaría.
Llego mi turno 4 horas después, entre al consultorio, donde había música tropical de fondo, jamás se me volteó a ver, extendió mi mano como esperando que le diera algo, o sí, los signos vitales que me habían tomado previamente, me arrebató el papel en cuanto se lo extendí y siguió sin verme, no volteo jamás a verme a los ojos… a los pocos segundos tras escribir en el expediente me preguntó si sufría de alguna enfermedad importante o tenía algún antencedente de importancia. A esto siguió mi comentario sobre mi operación de corazón por Tetralogía de Fallot a los 4 años y la posterior implantación de un marcapaso a los 14, de ahí en fuera, sano….
- ¡No, no! ¡Que si tiene Diabetes o Hipertensión!.
- O perdone, conteste, no, no tengo
- ¿Qué quiere?
- ¿Perdón?
- Por algo vino, ¿no?
- Mire, sufro de migraña, tomo topiramato para evitar las crisis, pero hace ya unos meses lo suspendí, al haber cedido las crisis, tal y como me lo indicó el Nuerólogo, pero hoy en la madrugada me despertó el dolor, tuve episodios de nauseas sin llegar al vómito, me molestaba la luz (no quería utilizar ninguna frase que pudiera hacer sospechar mi relación con la Medicina) y aunque tome el Zoming no se me quitó por completo el dolor, actualmente me duele, ya no tan intenso, pero sigo con dolor de cabeza.
- ¿Le duele? – Mientras lanza esta pregunta en tono sarcástico, pone una cara de extrañeza, como si estuviese mintiendo, parece que en la Escuela de Medicina le dijeron que si un paciente no está en el piso retorciéndose del dolor, no tiene dolor. Tras esto continuó. – Entonces lo que quiere es que le de más medicamento – Todo en un tono de afirmación.
- Si es lo que considera más apropiado, que así sea Doctora, además de que el día de hoy no pude ir a trabajar por el trabajo, no sé si será (jamás exigí) posible que se me extienda una incapacidad por el día de hoy.
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