Nadie dijo que el parto fuera un camino de rosas, es duro, el cuerpo tiene que hacer un trabajo increíble. El útero tiene que prepara y ayudar al bebé mediante las contracciones y amigas, eso duele muy mucho.
Pero al final llega la recompensa, y es tener a nuestro bebé en brazos.
Cuando estamos embarazadas y sobre todo cuando ya falta poco para dar a la luz, pensamos en ese momento, y en que recibiremos a nuestro bebé con los brazos abiertos y nos lo pondrán en nuestro pecho, ese era mi sueño, había leído que ese momento es hiperbeneficioso para los dos en muchísimos aspectos, y era lo que esperaba.Pero a veces en un solo momento todo cambia, y lo que en principio era un parto vaginal, de repente se convierte en cesárea de urgencia por desprendimiento de placenta y piensas que en el momento más importante de tu vida, tu cuerpo te abandona, lo que al final se convertirá en tres horas interminables de separación y comienzo retardado en la lactancia. Aunque al final todo salió bien con final feliz, ese momento pesa mucho a nivel psicológico y muchos meses después tengo un recuerdo agridulce del parto.Esperemos que algún día en nuestro país cambie el protocolo de las cesáreas y puedan estar madre e hijo juntos desde el principio, porque está claro que es una operación que salvas vidas, pero tiene un componente emocional enorme que causa estragos en la madre.