Revista Atletismo

Cuando el sentido común es el menos común de los sentidos

Por Corroyexisto

Tras unos meses de un relativo parón por cuestiones varias y por esas excusas que todos encontramos cuando las buscamos:

-   “Voy a tope en el trabajo”

-   “Ha sido un segundo trimestre agotador”

-   “Este año voy más liado que nunca y encima estoy estudiando inglés”, esta me gusta especialmente y ha sido la más utilizada por mí en estas dos últimas temporadas.

-   “Hombre… es que lo poco que puedo también me apetece descansar”

El tema es que una vez agotado el repertorio y casi más por vergüenza que por otra cosa, vamos y decidimos colocarnos un dorsal unos cuantos meses después de nuestra última aventura.

La noche anterior preparo mi vieja bolsa con cariño, que no se me olvide nada de lo básico: el tubo de Radio Salil, las medias de compresión, unos frutos secos, agua, barrita, ropa de recambio, etc. ¡Perfecto! ¡Qué nervios!

A la mañana siguiente nos dirigimos a recoger el dorsal. ¡Cómo pasa el tiempo! hasta los dorsales han cambiado. Ahora  incorporan el chip en la parte anterior encolado en una capa de goma espuma, alucinante.

Llegamos bien de tiempo, la ilusión era la que era y en un arrebato entre lo romántico y la nostalgia del tiempo pasado, me sincero con mi gran amigo Gerard y le cuento la ilusión que me hacía volver a compartir con él un chambao bueno por la montañita tanto tiempo después, estas cosas que tiene el running, ya sabes.

Tan bien vamos de tiempo que no puedo dejar de dedicarle una foto a otro gran amigo desde el podio que la organización ha dispuesto para los ganadores y sin pensármelo dos veces me encaramo hasta lo más alto del cajón para inmortalizar el momento: ¡Soy el rey del mundo!

-   risas

-   más risas

-   envío foto a mi gran amigo

-   envío foto a mi mujer

-   cuelgo foto en Facebook, con comentario incluido

-   de nuevo sucesión de risas

Atención corredores, el inicio de la carrera tendrá lugar en 3, 2, 1….PUM!!! El pistoletazo de salida nos sorprende y cuando nos damos cuenta ya estamos corriendo.

Ahora sí, volvemos a estar allí, donde nos gusta. Pero enseguida, no hemos llegado al primer kilómetro, noto que algo no va bien, las sensaciones no son las de siempre, uy ese puntito en el gemelo, ¡¡¡mierda, ese puntito en el gemelo!!!

Gerard sigue tú que yo aquí me quedo. Roto, triste e impotente de no poder dar una zancada más, regreso hacia la línea de salida.

No me lo puedo creer, ¿pero qué ha pasado aquí? ¿Qué miserable manera es esta de acabar con la ilusión de las personas?

Buscando razones para dar respuesta a mi pregunta, la verdad es que no tardé mucho en encontrarlas: las cosas a veces son tan obvias que pasan desapercibidas, pero no así su gran importancia:

-   Sí, preparé la bolsa con cariño.

-   Sí, incluí la crema antiinflamatoria que nunca falta.

-   Sí, preparé los frutos secos, la barrita y el agua.

-   Sí, preparé la ropita de recambio.

Entonces:

-   No, no calentamos ni estiramos adecuadamente.

-   No, no me puse el Radio Salil como acostumbro a hacer en los días de frío.

-   No, no supimos tratar con respeto las necesidades de nuestros músculos y articulaciones. Y si no que le pregunten a mi gemelo.

-   No, no supe ver que llevaba mucho tiempo parado y sin competir.

Ese tiempo tan necesario y vital lo descuidamos para hacernos unas fotos desde lo más alto de un cajón que nunca será nuestro, por si fuera poco la difundimos, nos echamos unas risas y nos tomamos un café… ¡¡¡manda huevos!!!

Si de algo sirve una lección como esta es para que nunca más vuelva a suceder y es que a veces, y como dice el dicho, el sentido común es el menos común de los sentidos. Ahora, si me perdonas, voy a seguir dándome crema que mi gemelo me lo agradecerá.


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